Un año más, y ya son 17, la ladera norte del castillo de Luna de Alburquerque y sus baluartes defensivos se transformaron en la ciudad de Jerusalén. Hasta allí, se desplazaron más de cien miembros de la asociación Apavial para escenificar la Pasión Viviente que, cada Viernes Santos, presencian cientos de ciudadanos.

El escenario natural y variedad de escenas permiten "dar una verosimilitud impresionante a estos momentos centrales en la vida de Jesús. Los últimos momentos de la vida de un hombre que marcó la historia hace más de 2.000 años. La entrada en Jerusalén, la última cena, el juicio ante Caifás y los sumos sacerdotes, el calvario, crucifixión y resurrección son imágenes que el espectador grava en su retina y le costará olvidar", explica Manuel Martín, presidente de Apavial.

En la Puerta de Valencia, una de las que da acceso al intramuros de la villa, se iniciaron los actos y, posteriormente, a lo largo de dos horas, los espectadores deambularon de un lado para otro, siempre en los aledaños del castillo, para contemplar los diferentes momentos de la pasión y muerte de Jesucristo en siete escenarios distintos. "Estas localizaciones han sido seleccionadas siguiendo dos criterios: su atractivo y que puedan ser vistos por el mayor número posible de espectadores". En esta ocasión, el buen tiempo fue decisivo para el desarrollo de una representación llevada a cabo por actores aficionados, que ponen todo su entusiasmo en sacar adelante la obra, lo que unido al fervor religioso, la dramatización de unos hechos históricos bien conocidos por el público y un lugar tan privilegiado como son las murallas del castillo, ayudaron a alcanzar un éxito que se repite cada año, y que suele contar con algún famoso entre el público, como en 2012 los entonces príncipes de Bélgica, Matilde y Felipe.