Fue un domingo. Una convocatoria de prensa urgente a las diez y media de la mañana. El consejero de Sanidad y Servicios Sociales de la Junta, José María Vergeles, comparecía ante los medios de comunicación para confirmar que el coronavirus había aterrizado en Extremadura.

Los primeros casos eran cuatro varones, con edades comprendidas entre los 19 y 58 años. Vergeles insistió en que eran situaciones «leves» y con «pocos contactos», aunque esto último realmente era complicado de controlar cuando no existían aún las medidas de distancia y seguridad que ahora gobiernan el día a día.

Los cuatro casos tenían una relación directa con el norte de Italia, la región de Lombardía, donde explosionó el covid en Europa. Los cuatro había viajado a ese territorio bien por motivos laborales o bien de ocio.

«CONFIDENCIALIDAD»

En aquel momento, Vergeles solo detalló las áreas de salud a las que pertenecían esos primeros contagiados por cuestiones de «confidencialidad». Eran uno en Coria, otro en Cáceres y dos en la zona de Llerena-Zafra.

En esa misma rueda de prensa, el consejero avanzó que ya se habían analizado más de medio centenar de muestras procedentes de la región con sospecha de infección de coronavirus; de ellas se confirmaron estos cuatro casos positivos por parte del Centro Nacional de Microbiología en Majadahonda.

Un año después, el virus ha dado un giro de 180 grados a la vida cotidiana de los extremeños. Muchos arrastran una dolorosa huella: hasta la fecha han sido 1.704 víctimas mortales y 70.800 infectados por covid.

Aquel 1 de marzo de 2020 marcó, a todos los niveles posibles, un antes y un después en la Extremadura del siglo XXI.