TEtl materialismo, la avaricia y el maquiavelismo, en el sentido más popular del término, imperan en nuestra sociedad en detrimento del honor y la solidaridad. Los valores quijotescos basados en la lucha por unas ideas y en la pasión por lo que uno ama han dado paso al mundo de los sanchos donde cada uno se mira su ombligo y "al carajo" los demás. La justicia, la fidelidad y la lealtad no están en el diccionario de muchos gerifaltes de este "inmundo". Me desalienta ver cómo la gente se asemeja cada vez más al rechoncho personaje de la gran novela de Cervantes . Los ideales se guardan en el cajón o en el sobre de la desvergüenza, la honradez se plaga de activos tóxicos, la promesa de la ínsula es el impulso que mueve a muchos a vivir como el entrañable y perezoso Sancho .

Los molinos soplan con el viento a favor del dinero y siempre el grano acaba en el mismo corral mientras que en otros bolsillos no hay nada más que paja y cada vez más descosidos. Prefiero siempre una locura mesurada que una avaricia materialista, pero, desgraciadamente, ya quedan pocos quijotes. Esa sana demencia del ingenioso hidalgo basada en la defensa del honor se sustituye por un honorífico descaro acompañado de grandes dosis de estupidez. Aunque ya desde los tiempos del manco de Lepanto había muchas injusticias sociales y no abundaban los quijotes porque como dice la sabia letra flamenca: "cambian los tiempos y no cambian las personas". Pero en la época del personaje cervantino, los molinos de viento estaban más localizados, los enemigos iban a caballo. Hoy en día se esconden en la abstracción de los mercados en la que sus difusas hélices proyectan aires manipulados.

En esta sociedad dominada por un putrefacto sistema todavía impera la comodidad de ir en un burro apeando los ideales y con las alforjas llenas de pragmatismo. Los quijotes han muerto, vivimos en el mundo de los sanchos. Espero que soplen vientos de cambio para alcanzar un mundo como el que soñaba el de La Mancha: lleno de humildad, piedad y respeto. Hay que luchar contra tanta incongruencia, conseguir un cambio justo en una sociedad libre de rescates ahogadizos y erradicar la aparente cordura de los caraduras. Hacen falta más valores quijotescos para combatir un sistema que nos quiere convertir incluso en Rocinantes. Quizás me podáis tachar de utópico o de majara, pero me resisto a ser un Sancho.