Los padres de Antonio tuvieron que irse a Londres para descubrir qué era y qué se podía hacer frente a la talasemia que padecía su hijo. "Me diagnosticaron la enfermedad tarde y mal con 4 años en Badajoz, por entonces --hoy tiene 37 años-- el desconocimiento a nivel mundial era muy importante y en España prácticamente absoluto". Con sus propios medios y la maleta llena de dudas se fueron a por respuestas.

Las talasemias son un grupo de anomalías genéticas hereditarias de la sangre en los cuales la producción de hemoglobina normal está parcial o completamente suprimida. Eso conlleva un estado de anemia que requiere de transfusiones de sangre periódicas. En España hay unos 300 casos, en Extremadura son apenas 10. Antonio, presidente de la Asociación Española de Lucha contra las Hemoglobinopatías y Talasemias, visita cada dos semanas el hospital para una transfusión y cada noche se conecta a una bomba de infusión para eliminar la sobrecarga de hierro recibida en las transfusiones. "Todo eso prácticamente desde que naces". Pero ello no impide, "bien tratado de una manera interdisciplinar", llevar una vida normal como la que tiene este pacense.

"Sin apoyo médico y social es muy difícil desarrollarte personalmente con una enfermedad rara", por eso Antonio se siente afortunado. "Mis padres fueron capaces de sobreponerse y luchar contras las adversidades, pero no todos pueden. A ellos y a los donantes de sangre les debo la vida". Su vida dependen absolutamente del servicio público sanitario extremeño. Pese a la buen atención recibida opina que queda mucho por hacer: "se sigue diagnosticando tarde y mal, hace falta más ayuda psicosocial y abrir centros de referencia que eviten el peregrinaje médico".