TMte cuesta tiempo decir adiós. Si lo hago rápidamente, me queda una sensación rara. Así que, cuando tengo que decirlo, lo hago despacito, no en intensidad sino en velocidad. En mi época de estudiante universitario, tardaba lo que no esta escrito en despedirme cuando me marchaba del piso de algunos amigos. El vía crucis risueño empezaba en el salón y, en el corto recorrido que había hasta la puerta de salida, invertíamos, a veces, hasta casi una hora. Conseguí, sin quererlo, que --el de mi despedida-- fuese un momento de expectación, por cuánto tardaba y cuánto nos reíamos en el tránsito de la sala de estar al rellano.

Con mi familia y mi familia política me pasa igual. Aprendí de pequeño que hay que repartir besos antes de irse a dormir. Así que, cuando llega el momento de despedir el día, le doy a cada cual el suyo. Y me ocurre que, como me cuesta tanto decir un adiós rápido, a veces, después de ese primer beso de despedida, viene otro, porque, tras el primero, inicio otra conversación sin pretenderlo y, pasado un tiempo, tengo que despedirme otra vez, porque así me lo enseñaron, y no me ha dado la gana de desaprenderlo.

Es cierto que estas despedidas de las que hablo no han sido nunca definitivas, sino parciales. En verdad, tanto en unas como en otras, he dicho siempre un hasta luego y no un adiós definitivo. De ahí que fuesen despedidas de carcajadas, y no de sollozos; de sonrisas, y no de lágrimas.

XDESDEx el mes de marzo, vengo escribiendo un artículo semanal en El Periódico Extremadura. Cada sábado, les he acompañado desde este umbral. He compartido mi visión sobre algunos aspectos de la vida, sobre la condición humana y sobre la actualidad informativa. He dejado aflorar mis sentimientos en no pocas ocasiones. He escrito a corazón abierto. Y he tratado de hacerles llegar una mirada positiva, en colores vivos y luminosos, de la vida. No sé si lo he hecho mejor o peor, si me ha leído más o menos gente, si mis escritos gustaban más o menos... Pero sé que lo que he hecho, lo he hecho de verdad, con pasión, ilusión y cariño.

Y hoy, queridos amigos, me toca despedirme de ustedes. Les advierto que, como las despedidas de las que les he hablado al principio de este artículo, ésta tampoco es definitiva, sino parcial, momentánea, temporal. Abandono el sábado. Me levanto del umbral y echo a andar. Y lo hago para recorrer un nuevo camino, con la misma ilusión con que he recorrido el que ahora concluye. Sigo en El Periódico Extremadura. Pero ahora escribiré de otros temas, en otra sección y publicando otro día de la semana. Me mudo al día de fiesta: al domingo. Y lo hago para hablar de la fiesta de Badajoz, del Carnaval, y, particularmente, de las murgas del Carnaval de Badajoz.

Cada domingo, a partir de mañana, me podrán leer en 'El Tenderete de las Murgas', repasando la historia de las murgas del Carnaval de Badajoz, contándoles anécdotas divertidas de esta fiesta tan especial y entrevistando a miembros destacados de cada una de las murgas. Les digo adiós, pero un adiós mínimo, porque me voy de los sábados, pero me quedo en los domingos. Si me buscan, ya saben donde encontrarme, en El Periódico Extremadura, donde siempre, pero con turuta y antifaz.