TEtl tiempo más que correr, vuela. Y, con el tiempo, todo cambia. A veces para bien, a veces para mal. Cambiamos las personas, y cambia el entorno. Aunque más que cambiar el entorno por sí solo, somos las personas las que lo modificamos, salvo cuando la naturaleza se desboca y nos recuerda que, por mucho que evolucionemos, ante ella, seguimos siendo insignificantes. En fin, que crecemos, avanzamos, sí, y, de vez en cuando, hasta desandamos parte del camino, ya sea para corregir lo que se ha demostrado erróneo o perjudicial, ya para tropezar con las mismas piedras que nos hicieron caer.

Uno de los ámbitos en que los cambios son más palpables es el tecnológico. Hablando de telefonía, por ejemplo, en unos años hemos pasado de la dependencia del cable a lo inalámbrico. Ya no se hacen excursiones a las cabinas de teléfono, esos pequeños habitáculos de cristal y aluminio desde los que se conectaba, moneda a moneda, con cualquier lugar más allá de los límites del pueblo o la ciudad.

Con los móviles, ya no tendría sentido aquella cabina de Mercero y Garci en la que se veía atrapado López Vázquez , protagonista del famoso mediometraje que Televisión Española emitió en los 70. Y es que, hay que ver cómo es esto de la tecnología, que hasta puede jubilar una buena historia... o no, cualquiera sabe, que de carambolas, paradojas y nostalgia también está plagada la historia del cine.

El caso es que lo de estar siempre conectados tiene su aquel, para que lo vamos a negar. Ahora, con los smartphones, con los teléfonos inteligentes, puedes llevar contigo parte de lo vivido, e incluso planificar y organizar lo que quieres vivir. Llevando el móvil, no te aburres ni quedas aislado, pero tampoco puedes desconectar nunca, ni aunque quieras. Bueno, queriendo sí, que para eso está el botoncito de apagar, aunque ya sabemos que cada vez funciona menos, no porque esté encasquillado, sino porque no se pulsa.

XESTE ESTARx siempre conectado, ya sea por voz, SMS, Facebook, Tuenti, Twitter, Whatsapp o Line, está provocando cambios en la forma de interactuar con los demás, en las relaciones sociales, y hasta en las personas como individuos únicos. Las salitas de espera del médico ya no son como eran. Ya casi ni te encuentras revistas de decoración, moda o automovilismo. Total para qué, pensarán los médicos, si el personal tiene el entretenimiento asegurado con los libros, periódicos, redes sociales, música, películas y fotos que llevan en el bolsillo. Los trayectos en ascensor tampoco son lo mismo. Dejó de hablarse de si llueve o hace calor. Ahora, un hola, un adiós y, entre medio, --click, click, click--; dale que te pego a la tecla. Y qué decir de las comidas familiares o entre amigos... El Whatsapp nos ha hecho perder el respeto a los demás comensales, o casi. Yo el primero, y el que esté libre de culpa- Ya se sabe.

Lejos de favorecer la comunicación, esta conexión permanente, a veces, la entorpece. Y lo que nació como una herramienta de comunicación genial, va camino de convertirse en un factor de separación y deshumanización. Como con todo en la vida, hay que tener cuidado con excederse.