Contento, con su ironía habitual, pero con un gran sentido de la responsabilidad, Antonio Hidalgo García (Murcia, 1962) fue proclamado el pasado viernes rector electo de la Universidad de Extremadura. Asume el mando de una institución pública cercana al medio siglo de vida y en la que conviven las expectativas, los sueños y las esperanzas de cerca de 20.000 alumnos y unos 3.000 trabajadores, la mayoría docentes. Y lo hace junto a un equipo de diez personas, «todas mucho mejores que yo». Su aspiración es clara: mejorar la universidad y acabar con esa desconexión entre los campus y la dirección que existe ahora, dice.

Hidalgo quiere tomar posesión de su nuevo cargo «cuanto antes», pero el día siguiente a la jornada electoral que le dio la victoria con el 62,7% de los votos, el ya rector electo estaba a las nueve de la mañana impartiendo clases de Métodos Espectroscópicos a sus alumnos de 3º de Química. Una tarea que lleva desarrollando más de 30 años, que le apasiona y que ahora tendrá que aparcar junto con la investigación que retomó tras ser vicerrector del Profesorado con Francisco Duque, su «referente» en cuanto al modelo de gestión.

Casado, padre de un hijo y una hija nacidos en la región y formados en la UEx y residente en Badajoz, el nuevo rector se siente satisfecho y asegura que estará donde se le necesite. «No tengo ese virus Cáceres-Badajoz, me moveré por donde sea necesario; también hay que ir a Plasencia y a Mérida».

-Ha ganado en las dos vueltas de estas elecciones ¿Lo esperaba?

-Sí. Tenía fundadas esperanzas. Sentía el respaldo del profesorado cuyo voto supone el 67% del resultado final y también del PAS.

-No fue el caso de los alumnos. ¿Por qué? ¿Qué sentimiento le queda?

-Tristeza por no haber conseguido conectar con ellos, porque como profesor considero que sí conecto con mis alumnos. Creo que ha habido posicionamientos iniciales de ciertos alumnos, rumores que no me beneficiaban... El retrato que se ha hecho de mí hacia el alumnado no me representa.

-Apenas votaron 2.400 estudiantes de los casi 20.000 que tiene la UEx. ¿Se ven alejados?

-Es posible y debemos buscar la forma de que se sientan incluidos. Su participación no ha llegado al 15% y, aunque comparativamente ese porcentaje es más alto que en otras universidades, no es un dato para estar contento.

-¿Cuál fue la primera llamada que hizo la noche de su victoria?

-A mi madre, que vive en Murcia.

-¿Qué es la universidad para usted?

-Una institución donde se forma a los estudiantes en los niveles más altos de educación. Es una casa del saber en la que es necesario que todos los profesionales se vean involucrados en actividades como la investigación, que les permita estar en primera línea de sus campos del conocimiento. Solo así se puede conseguir una docencia de calidad.

-¿Qué es lo primero que quiere hacer tras tomar posesión?

-Lo que ya estoy haciendo, empezar a hablar con la Junta porque tenemos un desfase presupuestario de 4 millones entre lo que gastamos en nóminas y lo que percibimos y me gustaría que su aportación fuera más elevada para reducir ese desfase. No digo que sea rápidamente, pero sí que se reduzca. Y además quiero que empezemos a gestionarnos, que la gente se una, participe y lo primero será sentarme con todos los decanos para fijar las prioridades. No tenemos dos facultades con los mismos problemas, pero en esa diversidad quiero lograr un acuerdo y funcionar como un todo. Y hacer lo mismo con los servicios centrales. Quiero que esto empiece a funcionar y de manera participativa.

-¿Mantiene que hará una auditoría interna? ¿Por qué?

-Sí, por supuesto. Tengo dudas más que razonables de la situación en la que está la universidad. Hay ciertos signos económicos que me dan a entender que no estamos bien. El primero es que los dos últimos años hemos terminado con déficit presupuestario y sospecho que volverá a ocurrir. Yo me haré responsable de lo que haga, pero no quiero asumir responsabilidades de otro. Quiero que quede claro qué es lo que recibo.

-Quiere más fondos pero también modificar la ley de financiación aprobada en el 2014. ¿Por qué?

-Esa ley habla de definir una financiación básica para la universidad que sigue sin definirse, pero también contempla la creación de una comisión de financiación y eso sí está funcionando. Esta es la que decide cuál es el presupuesto del año que viene, pero lo hace a ciegas porque no tiene ese estudio de financiación básica. O empezamos a definir verdaderamente esa financiación o la ley no tiene sentido.

-¿Cuál debe ser la relación del rector con la Junta?

-De entrada, buena. El presidente de la Junta lo es de todos los extremeños porque así lo han elegido y la UEx es un organismo público. Creo que el rector, de manera razonada, justificada y firme, debe defender y pedir lo que considera coherente y justo para la UEx y debe luchar por ello y hacérselo entender, pero hasta ahí. Si no está conforme con las decisiones que corresponden a otra persona pues lo que debe hacer es irse. La universidad no es autónoma, es un organismo público, la única ventaja que tenemos es que elegimos al jefe. Cuando nos miran por nuestras posiciones en los ránkings, tenemos que tener en cuenta los recursos de los que disponemos. Todo lo que no sea quedar entre los últimos es echarle mucha voluntad.

-¿Qué le parece que la UEx tenga una de las tasas más bajas?

-Entiendo que aquí deben ser más bajas que en otras autonomías, pero no considero que la gratuidad absoluta sea beneficiosa. Cuando una persona se sienta en un pupitre está consumiendo recursos públicos, muchos. Hasta ahora incluso pagando matrícula todo alumno está becado en el 85% de lo que consume. Lo que sí soy partidario es de una política de becas muy seria para que el alumno que tiene la necesidad del recurso la tenga.

-Le toca gestionar la gratuidad de las primeras matrículas que se pondrá en marcha en 2019...

-Esa medida la veo razonablemente bien porque tiene un fomento del esfuerzo, se aplica sobre todo crédito que se aprueba a la primera y eso lo entiendo como beneficioso, aunque también va a generar un sistema de presión sobre el que pone la nota. Ya pasó cuando se endurecieron las becas.

-¿Y qué le parece la petición de una selectividad única en el país?

-No me parece mal pero eso no va a pasar. Ahora, lo que se está diciendo tampoco es correcto. Castilla y León critica que nuestros alumnos brillantes les están quitando plazas de Medicina en sus universidades, pero no hay que olvidar que desde Salamanca vienen a nuestros institutos a hacer promoción de su universidad y a captar alumnos. Aquí se hace la misma selectividad, con la misma dureza y con los mismos criterios que en Castilla y León.

-¿Es el sistema más justo?

-Sí. La selectividad no suspende o aprueba, ordena con una prueba común para todo un distrito. Se ha convertido en un sistema de presión sobre todo por las carreras de ciencias de la salud, pero las pruebas alternativas de las que se han hablado, como la reválida, son demenciales y el propio PP reculó.

-Quiere modernizar la UEx, ¿cómo es una universidad moderna?

-Por un lado están las infraestructuras, que es una cuestión material, y por el otro tenemos nuevas tareas que han ido apareciendo al profesorado y al PAS y esas claramente se podrían hacer de tipo mecánimo. La acreditación de los títulos nos conlleva una burocracia tediosa, tenemos que convivir con ella pero podemos hacerla lo más sencilla posible. Se trata de sistematizar e informatizar la mayor parte de los procesos que tenemos. Eso es la modernización, en la que también podría estar el voto electrónico.

-¿En qué se notará la llegada de Antonio Hidalgo al Rectorado?

-Lo primero que cambiará será la disponibilidad. La gente quiere ir a contarte su problema. Hasta ahora existía desconexión. Soy una persona extremadamente abierta, a la que se le puede decir todo, pero eso no significa que sea complaciente. Si tengo que decir que no, lo digo y doy los argumentos. Y eso se lo he exigido a mi equipo, nuestras puertas tienen que estar siempre abiertas, desde el primer día.

-¿Qué planes tiene para la formación online?

-Primero queremos hincarle el diente en los posgrados, porque tenemos una región muy grande y hay que facilitar el acceso a la enseñanza. Luego debemos intentar producir materiales de calidad, generar contenido y, siempre cuidando nuestros títulos presenciales, intentar irnos a mercados externos: Sudamérica y otros territorios donde un título europeo tiene atractivo y es más barato. Hay que explorar.

-¿Qué papel juega la investigación que se hace en la universidad?

-Importantístimo y estamos en declive. Ahora somos menos eficaces captando fondos en procesos competitivos, está cayendo nuestra producción científica y eso hay que revertirlo. ¿Cómo? Primero introduciendo savia nueva. Ahora mismo el problema que tenemos es que la vía de captar talento termina convirtiendo a esa persona en profesorado y nuestra idea es que debemos crear paralelamente una especie de carrera puramente investigadora. Luego aquí existe un error, la universidad no puede absorber todo el talento que genera, sería como una fábrica en la que sus empleados se comen sus productos. La mayor parte de este tiene que salir y generar impulso y riqueza en la región, pero fuera, no solo en la universidad.

-Una de las criticas que le hacen es que hay pocas mujeres en su equipo.

-A mi también me parecen pocas, la verdad. No estoy contento con la distribución pero sí con las personas que he buscado. Tenía claro lo que quería, personas fuertes en sus campos y todas, excepto una mujer, me han dicho que sí. Y prefiero eso al género. No soy partidario de las cuotas, no es igualdad.

-¿Es usted feminista?

-Es una creencia que tengo muy arraigada. ¿Soy menos feminista por llevar tres mujeres en mi equipo? Creo que con ese tema se ha coqueteado durante la campaña.

-¿Irá a por un segundo mandato?

-Mi proyecto básicamente es que esto funcione mejor, si lo consigo no sé si me quedaría o no, va a depender mucho de si me quedan ideas. Soy pragmático y si veo que no enderezo esto hasta la dirección que quiero, me voy.

-¿Cómo ve la UEx en cuatro años?

-Me gustaría que cuando acabe, en 4 u 8 años, la foto de la UEx sea mejor y todos sonrientes. Con suficiencia económica, sin grandes lujos, pero que se puedan atender las necesidades mínimas, que los alumnos estén satisfechos y los trabajadores tengan un nivel de carga parejo, sin agravios. Y que dentro de 20 años me digan: ‘lo hiciste bien’. Con eso me doy por satisfecho.