Una inmensa cruz ilumina la Asamblea. Parte en cuatro el techo. Dentro de ella, focos encendidos parecen darle vida. En la Asamblea, ni Dios, ni Rey. No cuelga el retrato de nadie. Ni siquiera el de Viriato. Trato de entrar sin alboroto, pero Luciano Fernández me descubre. Ahora que se ha cortado el pelo, más que al druida Beiras, le está cogiendo el aire al León de Fuengirola. Los que tenemos la mefistofélica tarea de opinar no deberíamos conocer a los opinandos. ¿Qué hago yo aquí, en esta tribuna de prensa? Van entrando los invitados. Los alcaldes del PP oyen a Monago y se largan. Fragoso y Nevado (linda parejita). Nadie besa como Fragoso. Ancianas y niños, por supuesto. El teléfono rojo del PP lo lleva Fernando Pizarro, alcalde de Plasencia. No se les olvide.

A Monago se le escucha. Eso ya es algo. Atrapa la atención de propios y ajenos. Más o menos, todos los presentes le siguieron el hilo. Fue el discurso más exaltado. Gusta mucho entre los suyos, entre otras cosas porque les enardece. Pero sus maneras, su tono, destapan un puntito de soberbia que encabrita a los contrarios. Ya saben, los hunos y los hotros. Estuvo firme, y desde que no le hace los discursos Iván Redondo, se le entiende a la primera.

Vara, en parte espoleado por las palabras de Monago y, en parte, porque dejó hablar al corazón (a ratos), lució más que el día anterior. Es el mejor Vara, el que busca el encuentro, la tarea común, el que tiende la mano. Luciano me lo susurraba al oído: «¡Está como un albaserrada!». A Chano le puede la querencia. Sobre si aplaudió o no Eva Pérez, desde mi localidad no pude verlo. Me han dicho que sí, que a la intemperie hace mucho frío. En su escaño, Miguel Ángel Morales, aporreando la mesa, me recuerda a Kruschev en la ONU (no llegó a sacarse el zapato, pero casi). Javier Peinado luce caribeño en la tribuna de invitados. Carretero no está. Coincido con Valentín Cortés en el mingitorio. En la tribuna de invitados veo algunos postulantes. ¿Vuelve José Luis Galache?

Valentín García tuvo un par de lances notables. Pero más que en perro de presa, andaba en muñidor. Era palmario. Son los nuevos aires que llegan de Madrid. Hay que meter a Podemos en la inminente remodelación del gobierno regional. Jaén le reía, el resto de los suyos no protestó los arrumacos. A Jaén le aplauden cuatro. Despachó un discurso monocorde, deslavazado y simplón que a más de uno le dio coartada para cambiarle el agua al canario. Pienso yo: dado que no hubo paridad en el uso de la palabra (tres hombres por una mujer), no sería malo, en orden a evitar posibles ilegalidades, que en ocasiones futuras se la cediera a cualquiera de las dos compañeras. Ellas se limitaron a aplaudirle. Aquí, aplaudir es sencillo, no se aplauden ideas, no es necesario pensar, se aplauden partidos.

A la que no aplaude nadie es a Victoria Domínguez. Lo recordó al final de su intervención, y me entraron ganas de regalarle un ramito de palmas, pero en la tribuna de prensa no se aplaude. Al menos al final, me recordó las santas monsergas que, en ocasiones, me recetaba mi madre. Victoria busca acomodo en esa remodelación, pero a estas alturas (judiciales) no está como para que nadie la saque a bailar.

Al filo del cierre, Vara dijo algo con lo que quisiera quedarme. «Hay mucha gente honesta y trabajadora por ahí.» ¡Claro que la hay! ¡Fuera, pero también dentro! Lo triste es que tanta gente honesta, honrada, y hasta inteligente, como se reúne en la Asamblea, milite en el enfrentamiento. ¡Cuántas conquistas si no se cobijaran en banderías enfrentadas! Casi cinco horas de toma y daca. ¿Para qué? Para nada. No les miento,… al decirlo un rayo de luz celestial, que no sé por dónde se colaba, solo uno, le iluminaba el rostro.

P.S. Por cierto, en el aseo de caballeros no hay jabón.