THtace unos años publiqué unos artículos a la limón con mi amigo Rafael , el cual tuvo que marcharse por lo que dejamos aquellas cuitas gastronómicas, que solíamos tener una vez en semana. Hemos vuelto a vernos y como otras veces nos sentamos uno frente al otro y entre ambos un perol de migas, que había preparado con la buena intención de volver a nuestros antiguos coloquios culinarios.

"Saber querido amigo, lo de parlar de los pucheros me relaja y además me abre las entendederas" me dijo sin entenderle bien lo que quería decirme con lo de las entendederas. "Es que si uno tiene la endorga llena se le quita la mitad de las preocupaciones", me respondió.

Estuvimos entre cuchara y cuchara y trago y trago más de lo que razonablemente se puede entender por una mesa y sobremesa. "Estas migas son dignas de la Lozana andaluza", le dije a lo que me respondió "bien sabes que aquella moza, además de tener otras virtudes naturales, tenía unas buenas manos para enjaretar unos hormigos torcidos con aceite, como se decía en aquellos tiempos".

XLAS MIGASx es un plato viejo que no ha perdido su juventud y es bien conocido en toda la geografía española con sus diversas particularidades. Elaboración como muchas otras tiene su origen judeomusulmán aunque también podemos decir que su origen es cristiano medieval, pues en ese periodo se solían hacer un plato con harina candeal al que se le llamaba "hormiguillos" y en el Al-andalus otro similar o alcuzcuz que se elaboraba con harina de cordero y carne de cordero. Del conjunto de ambos platos se produce lo que hoy conocemos como migas, aunque en La Mancha hay una variedad o gachamigas o en el mismo Alentejo las llamadas "migas alentejanas" que se elaboran con carne de cerdo. "Eso de catolizar a los platos árabes o judíos se ha dado mucho en la cocina española, no hay más que mirar al cocido que no es más que la adafina judía con carne de cerdo".

Las migas, sean cuales sean, son siempre contundentes y además son propias de cucharón y paso atrás y de cónclave de amistad y suelen ser de otoñada, aunque también en las invernadas se suelen elaborar por su capacidad de suministrar al cuerpo caloría suficientes para soportar las inclemencias del tiempo si las hubiere.

Mi amigo Rafael me prometió que no sería la última vez que nos viéramos y me prometió que hablaríamos de lo humano y de lo divido gastronómico, pues lo de lo sacro se le dejaba a los de la sotana, me dijo con sonrisa socarrona. No tuve más que contestarle que las migas extremeñas que había regalado a mi garguero eran excelentes y que el pan de pueblo y el pimentón que había utilizado era de la mejor calidad, así como la panceta ibérica y los ajos que los había traído de Aceuchal, así que terminamos nuestra comida con los mejores augurios y un memorable día de amistad.