Violinista libanés de origen armenio, se pasa al teatro, sin dejar de tocar el violín, con ´Pagagnini´, del grupo Yllana, que presenta mañana en Mérida

Ara Malikian (1968) se lamenta de que, una vez más, su país, Líbano, viva convulso por la violencia. Afincado en España, donde es feliz, Malikian es uno de los más singulares violinistas que existen. Salta de Paganini al jazz, de Bach al flamenco, de Schumann al tango, y de la sala de conciertos a la de teatros. El grupo Yllana le propuso el montaje Pagagnini y a él se lanzó Malikian que, sin dejar el violín, se burla como actor de los propios músicos clásicos, "de lo ridículos que somos a veces".

--¿Hizo un pacto consigo mismo para ser el intérprete que es?

--Fue una casualidad. Yo empecé a tocar muy niño como si fuera un juego. Mi padre era violinista y su sueño era que alguno de sus hijos pudiera serlo también. Así que a mí me compró un violín, aprendí a tocar y a los 15 años recibí una beca para estudiar en Alemania. Nunca he pensado en hacer otra cosa. Hago lo que me gusta y no he sentido que haya realizado un sueño; vivo en un sueño.

--Era niño cuando tocaba en un Líbano sometido por la guerra.

--Pero mientras eres niño, no te das cuenta de la guerra. Cuando caían las bombas, corríamos a los sótanos y allí cada uno llevaba su instrumento y pasábamos el tiempo.

--¿Viajar a Alemania para estudiar determinó que finalmente fuera violinista?

--Fue una suerte que me dieran esa beca porque como había guerra no hacía nada, no iba al colegio, tenía mucho tiempo. Así que pude escapar del país.

--Y finalmente, tras pasar por Londres, se instaló en España, donde ganó el premio Sarasate.

--Aquí me siento como en casa, por su forma de vida, por la gente, a la que mi sensibilidad se siente afín. No lo pensé dos veces y opté por quedarme aquí. Fue una de las mejores decisiones de mi vida.

--El Líbano parece un mundo incomprensible.

--Es cierto. Eso es lo que lo define. Hace treinta años que hubo una guerra y no porque la hubieran empezado los libaneses. Pero siempre ha habido destrucción y muerte.

--¿Qué cree que va a ocurrir?

--Hace ocho años que no voy al Líbano; pero sigo al loro con lo que ocurre allí. Es triste ver cómo puede reproducirse la misma historia de los años 70. Espero que no pase lo mismo.

--¿Se ve como un desterrado?

--No, no, para nada. En España, por primera vez no me siento de otro sitio. Aquí no he sentido esa mirada de la gente que te dice que eres de otro lugar.

--Sus antepasados eran armenios. Y algo del pasado de Armenia, el genocidio que sufrió, sigue vivo hoy.

--Es una historia muy triste. Porque durante el genocidio, un millón y medio de personas fueron exterminadas. Ha habido varios genocidios en el siglo XX y este era de los olvidados. Hoy, sin embargo, tenemos más suerte y se habla ello. Ahora queremos que Turquía reconozca que existió. Sólo eso. No reclamamos indemnizaciones ni compensaciones, sólo que lo reconozca.

--Usted se siente armenio.

--Armenio de cultura. Hablo armenio e interpreto música armenia, tan importante para nosotros, los armenios de la diáspora.

--¿Y la música le salva de ese pasado?

--La música sensibiliza a la gente, es tan poderosa que afecta a quien la hace, a quien la escucha. Nos influye y nos cambia.