La voz de los gitanos ha sonado fuerte en la Asamblea. A ritmo de un emotivo ´Gelem, Gelem´ cantado por Diana Varas, el Parlamento autonómico conmemoró a lo grande el día internacional de este colectivo el pasado jueves.

Ante una Sala de la Autonomía abarrotada de romanís, el presidente de la Cámara autonómica, Juan Ramón Ferreira, leía una declaración institucional consensuada por gobierno y oposición en la que se defendía la inclusión del colectivo gitano "como tema de vital importancia" para todos los europeos, ya que esta etnia es la minoría más numerosa del viejo continente.

Al acto también acudieron el presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, la consejera de Igualdad y Empleo, Pilar Lucio, el alcalde de Mérida, Angel Calle y el presidente de la Federación de la Conciencia Gitana de Extremadura, Manuel Jiménez. Pero también estuvieron presentes los dos homenajeados: Francisco Suárez, director del Festival de Teatro Clásico de Mérida, y Valentín Suárez, asesor del Instituto de Cultura Gitana del Ministerio de Cultura. Ambos recibieron un galardón en reconocimiento a su trayectoria personal y profesional después de que el presidente Vara les felicitara "por ser dos personas de raza gitana orgullosas de serlo" y que han demostrado que la lucha contra el conformismo y la resignación "merece la pena".

Francisco mostró su agradecimiento a todos los que creyeron en él cuando comenzó su carrera. "Utilizo el teatro como tribuna pública para denunciar siempre la intolerancia a través de la poesía escénica", comentó mientras dedicaba el premio a su madre y a su tía, "dos gitanas que hace 50 años entendieron que sus hijos debían estudiar para incorporarse de una forma normal a la sociedad". El segundo homenajeado, Valentín, ofreció el reconocimiento a sus ancestros al tiempo que destacó que "la comunidad gitana quiere construirse como ciudadanos de esta región, de este país, de Europa y del mundo".

Palabras que sonaron fuerte en un acto que el Parlamento lleva cinco años organizando y con el que busca que los más de ocho millones de gitanos que vivien en Europa se integren más fácilmente en ámbitos como educación, vivienda, empleo y participación política.