El Castra Caecilia de Cáceres es el colegio público de Infantil y Primaria más grande de Extremadura. Se ubica en uno de las barriadas más nuevas y grandes de la ciudad, la Mejostilla, es bilingüe y el próximo jueves se volverá a llenar de vida después de casi seis meses vacío.

Ese día se incorporarán los 700 escolares matriculados en este cole. Es todo un reto en plena pandemia, que obliga a trabajar a contrarreloj para afrontar el mayor desafío del curso: cuidar la salud y evitar el covid-19. «No nos perdonaríamos que nuestros niños o compañeros se contagiaran, por eso vamos a ser muy estrictos para poder acotar rápidamente los contactos en caso de que sucediera», cuenta Carlos Macías, jefe de estudios de este colegio desde hace una década.

A las nueve de la mañana del próximo jueves comienza una aventura llena de incertidumbre. Llegarán todos los alumnos a la misma hora, entrarán en el recinto escolar por las dos puertas de acceso de las que dispone el centro y una vez cruzadas, cada uno de los más 30 grupos de alumnos se irá con un docente y entrará en el edificio por seis puertas de acceso distintas habilitadas este año. «Hemos debatido mucho sobre las entradas, las salidas y los recreos y hacerlo de forma escalonada parece más fácil, pero es que hay familias con varios hijos a los que les obligamos a estar 15 o 20 minutos en la puerta y será peor. Vamos a ver cómo funciona entrar todos a la misma hora y si vemos que hay que cambiar, pues se cambia y no pasa nada», precisa.

Reconoce Macías que nada tiene que ver esta vuelta al cole con ninguna de las anteriores que le ha tocado organizar junto a sus compañeros del centro. «Normalmente ya es una pequeña locura, pero este año es horrible».

Dentro del recinto, que no podrán pisar los padres, cada grupo se dirigirá a su puerta de entrada donde se le medirá la temperatura antes de pisar el aula. Ya en el interior, todo parece más controlado. Este colegio ha desdoblado la mayoría de sus grupos. «Antes cada clase estaba formada por unos 25 alumnos y este año las estamos dejando en menos de 20, unos 18 y hemos creado grupos nuevos en casi todos los cursos». Para poder hacer esto usarán un espacio municipal cercano, una guardería a 5 minutos del colegio, donde se instalarán los pequeños de tres años -«será una república independiente para intentar que estén protegidos»-. Han habilitado como aula una sala de usos múltiples y también habrá más docentes, de los 50 habituales pasarán a unos 53.

En clase el contacto con el exterior será mínimo. Cada grupo se relacionará con dos o tres docentes «como mucho» y habrá clases online, a través de la pizarra digital, con los especialistas de Música, Portugués, Religión... La plataforma digital que idearon unos días antes del confinamiento y que les ha valido para convertirse en ejemplo de buenas prácticas, seguirá operativa desde el primer día.

La hora del recreo

Tampoco habrá contacto entre los grupos durante los recreos. «Estamos viendo ahora mismo las posibilidades para sacar a los alumnos de forma escalonada, en dos o tres tandas, pero cada grupo será independiente e irá a un patio aislado. Vamos a dividir los espacios con vallas que hemos comprado con el fondo covid», precisa Macías.

En cuanto a los servicios extras, el centro mantendrá su aula matinal, vespertina (de 14 a 15 horas) y el comedor. «Cada alumno tendrá su sitio fijo, habrá un puesto libre entre niño y niño y hemos pedido más monitores. De lo que no somos muy partidarios es de sacar la comida fuera del centro, se puede romper la cadena de frío», advierte. Y este es, grosso modo, el plan de contingencia que están trasladando del papel a la realidad en estos momentos y a contrarreloj. «Todavía nos quedan dudas que resolver, como el refuerzo del personal de limpieza, y hay cosas que hacer para que todo cuadre el próximo jueves, pero cada paso que vamos dando se lo comunicamos a los padres».