Está atardeciendo y Javier camina por las calles de Mérida con sus únicas pertenencias en una mochila. Llega al albergue para intentar pasar una noche bajo techo. «No hay plazas», le responden. No tiene más opción que vagabundear por la ciudad, se refugia en un bar hasta la madrugada para hacer tiempo. La estación de autobús será su hotel esta noche. Pregunta al dueño del establecimiento y cuando echa la persiana del local, le acompaña una parte del camino hasta su destino más inmediato. Tarda poco la policía en pararle y pedirle la identificación. Resuelto, muestra su documento de identidad y con la correción propia ante la autoridad, emprende la marcha no sin antes responder a un cuestionario ante los agentes sobre las señas de su cama.

Una vez allí, como si la estación no fuera de su agrado y con la libertad que acumula no tener destino, resuelve que el parque al otro lado de la calle es la propuesta más cómoda. Elige un banco al azar. Todos son suyos. Javier se tumba y se fuma un cigarro y la dehesa improvisada parece echarle de allí con los aspersores recién cargados. Otro banco tendrá que ser. Repite la misma acción. Se tumba y se fuma otro pitillo. De nuevo, los agentes que le habían parado hace una hora, regresan. Ya no le piden identificación. Solo un cigarro.

Así relata una de sus noches a la intemperie Javier, una de las personas sin hogar en Extremadura. Es de Bilbao, tiene 61 años y hace casi uno no tiene casa fija. Su relato es férreo, no tiene pelos en la lengua. Recuerda a EL PERIÓDICO EXTREMADURA sus años como empresario en el País Vasco. Vivió muchos años con dinero en la cartera. La crisis y lascontinuas y despilfarradas demandas de su mujer y su hijo le llevaron a la quiebra. Ahora no habla con ninguno de los dos.

En su ruta sin término, ha pasado noches en la calle. Donde pillara. Un cajero siempre era una buena opción. Desde hace un tiempo duerme en el centro de acogida de Cáritas en Cáceres. Allí descansa y hace vida. No define lo que siente en ese espacio como «felicidad», pero «está a gusto». Comparte vida con otros compañeros, todos ellos con experiencias dispares. Los recuerdos de la cárcel, las memorias alucinógenas o la paga que pueden recibir del estado acompañan las conversaciones a la hora de comer en las que Javier prefiere no participar. Él siempre llama al orden para desviar la charla al fútbol o a las chicas.

Con su historia por delante, no justifica la actitud de la gente ante los ‘sin techo’, pero tampoco tiene reparos en criticar la actitud de aquellos que se aprovechan para vivir de las rentas del estado. «Es complicado, te miran mal y problema es que se generaliza, siempre metemos a la gente en el mismo saco», asevera tajante. Ya piensa en lo que hará cuando salga. Frunce el ceño cuando escucha la palabra hijo, no recuperará el contacto con él, pero su aspiración es regresar a Bilbao. Aunque Javier no tenga casa, puede presumir de dormir en una cama en un albergue que este año solo ya ha acogido a 314 personas y por el que han pasado más de 5.000 caras.

Otros no tienen tanta suerte, como el ‘sin techo’ que esta semana ha sido encontrado muerto en Badajoz, donde dormía en la calle. Con el temporal, la mayoría de los albergues cuelgan su cartel de completo estas semanas y muchos buscan cobijo donde pueden. Hasta allí llega Cruz Roja con su campaña ‘Ola de frío’. Esta última semana ha atendido a 5 personas resguardadas en la calle en Cáceres. En lo que va de año, los voluntarios han intervenido en más de un centenar de casos en Badajoz (96), Cáceres (18) y Herrera del Duque (9).

Para los voluntarios y trabajadores de esta iniciativa que cumple cinco años, la jornada comienza a las 22.00 horas y se prolonga hasta entrada la madrugada. Un grupo recorre cada ciudad en un furgón equipado del colectivo y reparte mantas y alimentos calientes a los que lo necesitan. Este jueves la lluvia convenció a todos para dormir en el albergue y durante la noche los voluntarios solo atendieron un caso, el de Cornelia. Para ella, dos vasos de leche. Habitualmente es uno, pero el viernes era su cumpleaños. La misma ruta de cajeros y zonas resguardadas recorren cada noche con la estimación del trabajo bien hecho y la recompensa del servicio altruista. Les acompaña una cinta desgastada de éxitos de los 90. Día a día, semana tras semana. Así, hasta que llegue marzo -en Badajoz, el programa se prolonga durante todo el año-.

Es difícil calcular cuántas personas viven en la calle en Extremadura. No hay censos. Ni balances anuales debido a la fluctuación entre comunidades. Solo queda estimación de colectivos y centros de acogida. En la región existen siete, están repartidos entre Badajoz (1), Don Benito (1), Cáceres (1), Mérida (1) y Plasencia (3). Todos ellos están gestionados por Cáritas y por la Junta. En España, según los últimos datos del INE, alrededor de 23.000 personas son atendidas en estos albergues, pero la cifra real de personas sin hogar, según las estimaciones de organizaciones como Rais Fundación, alcanza las 40.000.