A finales de febrero, Fran Piñero, de Villafranca de los Barros pero afincado en Cáceres, aterrizó en Colombia para asistir en Bogotá a la Feria del Turismo colombiano, cuyo objetivo era promocionar su marca de alojamientos turísticos Destino Deluxe. Mantuvo encuentros con profesionales del sector, estuvo dando a conocer su empresa, principalmente con apartamentos turísticos de lujo en Cáceres, Madrid y Andalucía, y luego marchó a Barranquilla a un acto solidario para la fundación del cantante Carlos Vives. El 4 de marzo, su buen amigo almendralejense, Santiago Rodríguez, se sumó al viaje. Querían compartir la última semana de estancia en Cartagena de Indias, lugar de la costa colombiana que bien conocen de viajes anteriores. Y en mitad del descanso, apareció la pandemia.

«Nuestra idea era marcharnos en esa semana, pero la cosa se complicó». Llevan más de un mes recluidos en Cartagena de Indias. Primero en un hotel y, cuando éstos cerraron, tuvieron que gestionar un apartamento gracias a los contactos de Fran. Y así, cada día que pasa, han de abonar más de 50 euros por noche sin ayuda de nadie. «Nos dicen que eso no es problema de la embajada española. Que son daños colaterales. Y así andamos».​

Para postre, no pudieron tomar el vuelo gestionado por el Gobierno de España para repatriar a los españoles en Colombia. Partía el 27 de marzo de Bogotá, pero el problema es la distancia desde Bogotá a Cartagena de Indias. Más de 16 horas en coche por carreteras infrahumanas y sin seguridad. El Gobierno eso no lo tuvo en cuenta. «Y además, teníamos que alquilar dos coches porque no nos permitían ir juntos», dice Santiago. Imposible.​

En calma​

Santiago y Fran han aceptado sus realidades con resignación. Saben que hasta primeros de mayo, como mínimo, no se reabre el tráfico aéreo nacional en Colombia. Entonces podrían volar de Cartagena a Bogotá y de Colombia a España. Mientras, están tranquilos porque los contagios en Colombia son mínimos. Sólo en Cartagena de Indias, con más de un millón de habitantes, apenas hay un centenar de infectados y nueve fallecidos. «Es una broma comparado a España», dice Santiago.​

Para este almendralejense, lo peor fueron los primeros días. «Necesito medicamentos especiales por un problema renal y, en principio, no me había traído de España provisiones de sobra. He tenido que gestionarlas a través de un hospital y por fin las conseguí. Al principio me generó mucha ansiedad la situación, aunque ya lo he acogido con normalidad», confiesa. ​

Desde la ventana del apartamento de Santiago y Fran se ve la impresionante costa colombiana de una ciudad silenciada por las olas. A estos extremeños les sorprende la seriedad con la que se tomaron en Colombia el covid-19 desde el principio: «las medidas fueron severas. Tenemos toque de queda y tienen un sistema particular de dejar salir a la gente. Por ejemplo, unos días salen los que su DNI termina en 1,2 y 3. Otros días, los que tienen 4,5 y 6. Y así, sucesivamente. Aquí hay multas de 240 euros y si eres reincidente, pena de prisión». Para postre, este pasado miércoles soportaron un terremoto con nivel 6 en la escala Richter.​

La televisión, Netflix y los móviles son sus únicos medios de entretenimiento. «Lo peor es la incertidumbre de estar tan lejos y no saber cuándo poder volver a casa». Ambos quieren transmitir lo mismo a sus familiares y amigos: «estamos bien y tranquilos. Pronto, estaremos de vuelta». Que así sea.