Más sanos, más naturales, que respetan el medioambiente, trabajados artesanalmente y que además tienen más sabor. Todo son parabienes en los productos ecológicos, un sector al alza que no para de crecer en Extremadura, tanto por el número de hectáreas acreditadas como por el volumen de operadores registrados bajo este sello. En estos momentos existen 105.036 hectáreas dedicadas a agricultura ecológica la región, principalmente en la provincia de Badajoz (79,17% frente al 20,83% en la provincia de Cáceres) y un total de 3.245 operadores.

La realidad que trasladan los productores ecológicos, en todo caso, es que al final son las grandes zonas urbanas y el extranjero quienes más aprecian sus productos (o al menos quienes muestran mayor conciencia medioambiental y también quienes en mayor medida están dispuestos a pagar más por colocar en su despensa ese sello que acredita la nula huella ambiental de lo que comen). Los que más tiempo llevan trabajando en esta línea en la región también coinciden en que, al final, pesó más la convicción personal que la rentabilidad empresarial a la hora de sacar adelante sus proyectos.

«Desde el principio tuvimos claro que queríamos hacer un proyecto ganadero basado en los principios de agroecología y economía circular», dice Carmen Quintanilla, creadora junto a Dani Cabello de Mamá Cabra. Los dos conceptos era muy incipientes cuando iniciaron la andadura de su proyecto, que aglutina en 80 hectáreas de terreno de Bodonal de la Sierra una ganadería con 150 cabras («felices, porque viven en absoluta libertad, respetando sus ciclos vitales y su jerarquía», dice la propietaria) y 60 ovejas; una quesería y un proyecto educativo en torno a la naturaleza y la elaboración de quesos, todo ello con procedimientos naturales y artersanales, respetando los ciclos de los animales y con renovables como único soporte energético

Todo nació en el año 2010 «como un proyecto vital» que iba a ver nacer la primera ganadería ecológica de caprino en la región. Ahora producen 30.000 litros de leche al año, que destinan a la producción de distintos tipos de quesos en función de la época y de las propiedades de la leche (más suave en primavera, más aromática en verano por la alimentación a base de jaras y retamas, y más intensa en invierno por la comida de ‘montanera’, a base de bellotas y hierba).

«No ha sido fácil. Ha sido ilusionante porque es nuestro proyecto vital, pero procedíamos de un entorno urbano y no teníamos experiencia», recuerda Quintanilla. Tenían 25 años cuando nació Mamá Cabra y acababan de salir de la facultad, ella de Veterinaria y él de Empresariales. Una década después, han logrado consolidar su proyecto y obtener el reconocimiento para uno de sus quesos como el mejor del Salón Gourmets de Madrid.

¿Hay más conciencia y más mercado para lo ecológico? «Puede ser, pero nosotros no vendemos eso. De hecho no vendemos en tiendas de productos ecológicos, sino en tiendas especializadas de quesos. Para nosotros la producción ecológica es nuestra forma de entender cómo debe ser un producto de calidad», afirma. Por eso una de las máximas que tienen en el proyecto Mamá Cabra es que no quieren crecer: «si crecemos no podemos mantener la calidad. No nos interesa», insiste.

En la huerta

«La demanda existe y es tan evidente que las grandes cadenas están empezando a entrar muy fuerte. Y eso nos perjudica a los pequeños, que tenemos más dificultades para producir y vender», dice Pablo Ramiro, que tiene una huerta ecológica en Cáceres, en la umbría de la Sierra de la Mosca, a unos minutos del corazón de la ciudad. Son 1.500 metros de terreno donde cultiva todo tipo de productos de temporada (ahora hayacelgas, lchugas, coles, brócoli, remolachas...) que luego vende directamente al público en sus instalaciones o bien a través de un puesto que tiene cooperativizado con otros productores locales en el mercado de abastos de Ronda del Carmen.

«Empezamos hace más de diez años como un grupo de consumo», recuerda. Pero el proyecto creció y poco a poco fue haciéndose con las riendas de lo que denominó Tapándula junto a su pareja, Susana Sancho. Acaban y que de acreditar su producción como ecológica. «Fue un paso natural en el momento en el que empezamos a vender en el mercado. El cliente quiere una garantía de qué compra y la forma de dársela era la acreditación. Pero siempre hemos trabajado con criterios ecológicos», sostien Ramiro, que compatibiliza la actividad con su trabajo como ingniero de montes.

Por convicción

«Cambiar a producción ecológico por creer que te van a pagar más no funciona, porque aunque el precio sea superior, también tienes más limitaciones, la producción es más baja y estás sometido a inspecciones para garantizar que cumples los procedimientos. No es sencillo», reconoce Juan Jesús Collado, responsable de Ecoficus, una empresa familiar dedicada desde el 2003 a producir higo seco y derivados. Actualmente procesa el 80% del higo ecológico de la región y los 40.000 kilos de producción propia que tienen en sus fincas de Almoharín.

Collado reconoce que se inició como productor ecológico «por convicción», cuando apenas se sabía qué era (tiene el número 138 en el registro de operadores) y la propia administración apenas tenía recursos. «Éramos un bicho raro. Cuando preguntaba quién era el funcionario encargado de la producción ecológica sus compañeros se encogían de hombros. ¡Y lo tenían a su lado!», recuerda de esos primeros pasos hace ya 15 años.

El salto ha sido importante en este tiempo. Extremadura ha rebasado ya las cien mil hectáreas destinadas a la producción ecológica y en el último año ha incrementado en más de 10.000 las nuevas hectáreas destinadas a este tipo de cultivos naturales. Supone la cifra más alta registrada hasta ahora y también el mayor incremento de los últimos cinco años, teniendo en cuenta además que los datos del 2019 no están aún cerrados y por tanto pueden crecer aún más hasta final de año, según explican desde la Consejería de Agricultura Desarrollo Rural, Población y Territorio, donde hay en marcha una estrategia para promover el desarrollo de la producción ecológica, «aumentando la producción y la comercialización», afirman.

La certificación ecológica no es sencilla, aunque los procedimientos se han ido simplificando a medida que ha ido extendiendo este tipo de producción. Aún así, la acreditación puede llevar entre seis meses y más de dos años en la actualidad. «No es fácil, pero a mí me compensa haber dado el paso», dice José Antonio Recio, que hace seis meses que vende toda su producción de leche de cabra como ecológica. Desde que dejó su empleo en Málaga como informático para covertirse e cabrero en Gata trabajaba con manejos naturales, pero ha sido este año cuando a logrado la acreditación, tras un año de trámites. Para él fue más sencillo porque mis sus 190 cabras pastan en 200 hectáreas de terrenos públicos: presentó la documentación, en dos meses los inspectores verificaron sus procedimientos y unos ocho meses después y podía vender leche de cabra ecológica.

Variedad

«Trabajaba así por convicción. Pero la acreditación compensa, porque con ella mi leche se ha revalorizado un 35%», afirma. Antes la vendía a 60 céntims el litro y ahora lo hace a 90, y supera el euro en algunas épocas. Las 200 hectáreas de recio están entre las 85.000 que están ya acreditadas como ecológicas en la región. Hay otras 20.000 en trámites.

¿Que tipos de productos ecológicos genera Extremadura? Son muy variados, aunque en el caso de la agricutura, más de la mitad de las hectáreas corresponden pastos asociados a ganadería ecológica (53,17%) y cultivos como el olivar (27,56%), cereales (6,19%), viñedos (1,53%), frutos secos (1,37%), y productos hortícolas (0,79%). Hay 56.980,82 hectáreas, asociados a ganadería ecológica, 29.029 de olivar, 6.563 de cereales, 1.628 de viñedos, 1.549 de frutos secos 836 de productos hortícolas.

Desde hace un año funciona en la zona de Las Vegas del Guadiana la Plataforma Tecnológica de la Agricultura Ecológica de Extremadura que organizará esta semana unas jornadas para abordar estrategias de desarrollo de este sector. «Si conseguimos incrementar nuestra eficiencia productiva, estaremos en condiciones de aprovechar esta oportunidad apoyándonos en el enorme potencial de crecimiento que ofrece el clima y suelo de nuestra región», sostiene en una nota Jorge Sánchez-Casas, coordinador de la plataforma.

Aceites, frutas, carnes...

El auge de lo ecológico en la región se mide también por el incesante incremento de operadores. Los 248 que hay en la actualidad duplican la cifra de hace ocho años y multiplican por seis el registro de hace 15 años: apenas 40. Entre ellos hay gran diversidad, aunque aceites (35%); conservas de frutas y hortalizas (35%) suponen la mayoría, muy por delante de zumos, vinos, carne o lácteos.

«La comercialización es lo más complicado. Este producto se valora especialmente en las zonas urbanas, donde están dispuestos a pagar el precio que vale», reconoce Franciso Javier Llerena, que codirige con su hermano la almazara Albalâta en Los Santos de Maimona. Después de media vida en la cooperativa local decidieron diferenciar y poner en valor la producción ecológica en la que habían trabajado desde los años 90 con un sello propio. Dieron el paso en 2015 y el año pasado comenzaron a producir sus primeros aceites prémium: 70.000 litros al año, con variedades como arbequina, manzanilla cacereña, carrasqueña y morisca. «El 80% se irá fuera de España, donde más se aprecia este tipo de productos. Sabemos que aquí aún es complicado», lamenta.