En los años 80 Antonio Vaquero Poblador (1933-2004) cerró su vida de bohemio, se casó y se convirtió en padre de familia. No dejaría atrás, sin embargo, la ironía, su mirada social y su querencia por la calle. De manera que podía toparse uno con él, caminar trabando una conversación y terminarla en algún bar. O verlo mirando hacia alguna calle, como aislado. Quizá en meses posteriores, un cuadro del pintor dejaría asomar la cara de alguno de esos paseantes o de compañeros de tertulia o de un rincón concreto de Badajoz.

Fue un artista y un personaje de la capital pacense, vestido extrañamente: con gorro ruso, con barba o bigote, con pantalones vaqueros rojos o de negro, según recuerda su mujer, Visitación Asensio, con la que vivió una historia de amor con aires de fábula.

"A mí --cuenta-- siempre me había gustado. Lo conocía porque esto es un lugar pequeño y nos conocemos todos. Me atraía su popularidad, su forma de vestir, lo veía con sus novias".

Y un día, en el café La Marina, Vaquero Poblador se dirigió a ella y le pidió que se casara con él. "Yo estaba con unas amigas y nos echamos a reír. Al día siguiente fue a esperarme al trabajo e insistió. En un mes y medio nos casamos". El tenía 48 años. Ella, 33.

LA SEGUNDA VIDA Ahí empezó su segunda vida. Pero no la de pintor, que venía cultivando desde hacía unos 30 años. En Badajoz se conserva, en manos particulares, gran parte de la obra del pintor, que llevó al lienzo paisajes urbanos, de los alrededores de la ciudad y tipos de la ciudad.

Más de un centenar de esas obras componen la exposición más destacada que se le dedica después de su muerte. Ya entonces el Museo de Bellas Artes se comprometió a realizar esta muestra inaugurada anoche en la capital pacense y que reúne además tres dibujos e ilustraciones que el pintor realizó para libros de escritores amigos.

"Era alguien que en una primera impresión podía parecer hermético, una persona fría, algo tosca; pero era la timidez la que provocaba esta imagen. De cerca, era alguien irónico, muy querido. Sus alumnos de la escuela de artes y oficios lo adoraban. Era de esas personas que cogían la guitarra y animaban fiestas en casas o en los fines de curso", explica María Teresa Rodríguez Prieto, responsable de la exposición organizada por el museo pacense. Y esta misma imagen es la que transmite Visitación Asensio. "Era muy serio a primera vista; pero luego se veía su humor y su gracia".

"Fue un artista que vivió las dificultades del arte. Más que bohemio, fue de los pocos aventureros que apuestan por vivir de la pintura y lo logran. Con Pedraja y Boraita, rompieron con la tónica del arte que se hacía en ese momento en la provincia. Trajeron nuevos aires a la pintura extremeña", explica Luis Martínez Giraldo, director de la Escuela de Artes y Oficios Adelardo Covarsí de Badajoz, sucesor en este puesto de Vaquero Poblador.

LOS SABATICOS En el Badajoz de los años 50, el grupo de los sabáticos se reunía en la casa de Esperanza Segura (hermana del escritor pacense Enrique Segura Covarsí), en "una pequeña habitación" en medio de enormes salones.

Allí pasaron intelectuales, gentes inquietas que participaban en tertulias e intercambiaban puntos de vista opuestos, a veces hasta políticamente. Vaquero Poblador fue uno de los visitantes de aquel núcleo cultural. Allí estrechó su amistad con Esperanza Segura, con la que viajaba a la playa, cuenta María Teresa Rodríguez.

En aquel círculo estaba también el poeta Manuel Pacheco, quien le mostró al artista libros con las obras de los impresionistas, de Picasso "y despertó su amor al arte", según Rodríguez.

Pero Pacheco fue algo más que un amigo. Para alguien como Poblador, que había perdido a su padre en 1950, el escritor extremeño se convirtió en un "casi padre, que le animó a persistir en la pintura". Ambos colaborarían posteriormente en un libro, Poemas para leer a Vaquero Poblador , que este ilustró.

Los años 60 y 70 fueron los de la bohemia, los de la intensa