Amalia Sánchez Sampedro se coloca unos pendientes de bellotas o de jamones empezados cuando viene a pasar unos días a su tierra. Esta periodista extremeña, que es conocida en toda España porque suele colocarse unos pendientes alusivos a la actualidad cada vez que sale en televisión, acaba de publicar un libro en editorial Planeta que se titula, precisamente, Pendientes de la noticia .

Amalia nació en la rambla del Generalísimo Franco de Mérida, justo frente a la Cruz de los Caídos. Su padre era profesor de la escuela de artes y oficios emeritense y su familia tenía un taller de mármoles y piedras. Estudió con las escolapias y con las josefinas antes de pasar al instituto. A los 18 años se marchó a Madrid a estudiar en la Escuela Oficial de Periodismo y desde entonces vive en la capital.

Regresa con frecuencia a Extremadura, sobre todo a Mérida, donde viven su madre y su hermano. También visita con frecuencia Herrera de Alcántara, en cuyos alrededores están establecidos unos cuñados suyos, y la sierra de Gata, donde otros amigos preparan una casa rural.

¿Cuáles son sus primeras experiencias periodísticas?

-- Hice prácticas en el Arriba , que era el diario del yugo y las flechas, pero también un nido de libertarios, de rojos, donde estaban Rosa Montero, Lalo Azcona o Paco Caparrós, actual director de Cambio16 . A mí lo que me gustaba era la prensa escrita. En el último año de carrera, con 22 años, fui fundadora de la agencia Colpisa con Manu Leguineche, Paco Umbral, Pepe Oneto, Víctor Márquez Reviriego y César Alonso de los Ríos, que eran los dos redactores jefes de Triunfo por la mañana y por la tarde trabajaban en Colpisa. Paco Umbral escribía entonces las mejores crónicas que ha escrito nunca con aquel lenguaje medio críptico que había que usar en el franquismo. Allí fui felicísima. Desde el principio empecé a hacer comentario político, que es lo que a mí me gusta, periodismo de primera línea.

NI RENCILLAS NI ENVIDIAS

¿Cómo era el trabajo periodístico en aquellos años 70?

-- Colpisa es la base de todo mi oficio. Al ser una agencia, tenía una amplitud de temario y trabajabas como para un periódico. Abríamos hacia las tres y media de la tarde y no teníamos hora de cierre. La verdad es que le he regalado tantas horas a las empresas para las que he trabajado que me podría retirar si las sumáramos, pero lo he hecho a gusto. En Colpisa no había horario ni fecha en el calendario. Allí había espíritu de trabajo colectivo, que eso ya no lo he vuelto a vivir, salvo quizás en Televisión Española. He tenido la gran suerte en este oficio de no haber sido nunca jefe, aunque ahora tenga una responsabilidad pequeñita en Canal Sur. Con los jefes que he tenido siempre ha habido mucha complicidad y he participado en las decisiones. En Colpisa no había ni rencillas, ni envidias entre los compañeros como luego he visto en otros medios.

¿Sigue entusiasmándose y perdiendo la cabeza cuando tiene una noticia caliente en las manos?

-- Cada vez menos porque ni la política es lo que era, ni el oficio es lo que era, ni los medios son lo que eran. A veces me da un poco de rabia porque eso de decir que cualquier tiempo pasado fue mejor es totalmente retrógrado, pero en muchas cosas de mi oficio sí que hecho de menos el tiempo pasado.

¿Qué informaciones recuerda que le hayan quitado el hambre y el sueño

-- Hay una información en la que no dormí ni comí, para mí la información más importante que he hecho en mi vida desde el punto de vista vital y profesional, que es la matanza de Tiananmen en Pekín. Tuve la suerte de cubrirla para TVE. Lo viví en primera línea gracias a una traductora que teníamos. Era una estudiante española que llevaba varios años en China y estaba en la misma universidad de donde salían las manifestaciones. Muchas manifestaciones las encabezábamos con la furgoneta de nuestro equipo de televisión. También fueron fuertes las veces que fui a la guerra de Bosnia y nos tirotearon. Nos salvó el ir en un blindado.

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