La suelta de palomas que acompañó el Encuentro entre el Cristo resucitado y la Virgen de la Aurora en la plaza de España, frente a la puerta del Cordero de la catedral, culminó la madrugada del domingo la Semana Santa pacense, que este año se ha visto salpicada por la inestabilidad meteorológica que, sin embargo, no impidió salir la última procesión, desde el convento de Santa Ana.

Cientos de pacenses se apostaron a la salida de los pasos, que se encontraron por primera vez allí y el público temió por la Virgen cuando los costaleros la inclinaron. La cofradía creyó durante todo el día que no podría salir. Los pasos estaban montados en el patio del convento y les cayó todo el agua de la tarde, que encharcó las velas de la Virgen e impidió que por la noche pudieran ser encendidas. No fue ningún inconveniente, porque la procesión transcurrió según lo previsto y entró puntual en la carrera oficial.

Este año, el paso del Cristo lucía como novedad cuatro faroles de guardabrisas de plata dorada y repujada, procedentes de Sevilla, aunque fueron adquiridos a la Hermandad de la Amargura de Jerez de los Caballeros, la misma que tuvo el detalle de regalar a la cofradía pacense los nuevos cascos de los romanos que se lucieron la madrugada del domingo.

Fervor y recogimiento en todos los rincones por donde transcurrieron las dos procesiones: la del Cristo y la de la Virgen, hasta encontrarse. Flores cayeron desde el campanario de la ermita de la Soledad y ya en San Juan, en el momento culmen, un detalle despertó la curiosidad de quienes siguieron el paso de la Virgen de vuelta al convento: dos de las palomas que soltaron durante el Encuentro, se posaron en la corona de la imagen y allí permanecieron hasta entrar en Santa Ana. El hermano mayor de la cofradía, José Antonio Pinilla, contaba ayer feliz que, afortunadamente, la procesión resultó mejor de lo previsto.