Un año más, y van seis siglos, la Semana Santa cacereña volvió a desfilar ayer por las calles del casco viejo de la mano de las tres cofradías que protagonizan el arranque procesional: los Ramos, el Nazareno y el Amor. Las peores previsiones no se cumplieron, sino al contrario, y del temor a la lluvia se pasó a un sol espléndido de media tarde que realzó aún más la vistosidad y la ornamentación de los pasos, muy cuidados por las cofradías.

Miles de personas se dieron cita en las calles y coparon el graderío de la plaza Mayor para presenciar el paso de la primera procesión, con una de las composiciones de mayor calado popular, La entrada de Jesús en Jerusalén , más conocida como La burrina . Un centenar de niños con palmas traídas expresamente de Elche (la hermandad mantiene esta costumbre desde los años 40 y las vende por cientos) abrieron el cortejo, escoltados por la propia banda de los Ramos. Detrás, el paso, con centros de claveles rojos, liatrix y velgras, a hombros de hasta tres turnos de hermanos de carga. Y en el cierre, la numerosa compañía romana de cornetas y tambores de Bolaños de Calatrava, invitada un año más por Caja Extremadura para enriquecer el estreno procesional.

Horas después salió uno de los pasos más esplendorosos de la Pasión cacereña, Nuestra Señora de la Misericordia , arropada por un palio de plata de doce varales y casi tres metros de altura, con largo manto de terciopelo y oro. El temor a la lluvia y la incertidumbre de los últimos días se despejó por fin y a las siete de la tarde de ayer, con dos turnos amplios de carga, la talla dejó Santiago para enfilar su largo recorrido hasta el Hospital Provincial. Se trata de la imagen cotitular de la cofradía del Nazareno (la más antigua de Cáceres, fundada en 1464), que desfila en la llamada Procesión del Silencio junto al Camino del calvario . Este paso procesionó ayer entre claveles blancos de ribete nazareno, y cuatro nuevos faroles de alpaca plateada comprados en la Muestra Nacional de Sevilla. Decenas de cofrades y las bandas del Humilladero, el Nazareno y la Diputación acompañaron los pasos.

Y al anochecer, el Señor de las Penas volvió a emprender su intrincado itinerario desde Santa María hasta San José, con una subida dura y única en los recorridos procesionales: la Cuesta de la Compañía. Este ecce homo de cinco siglos, obra del escultor vallisoletano Pedro de la Cuadra, que representa a Jesús flagelado y befado por los sayones, volvió a lucir una ornamentación especial con lirios morados, alelíes blancos y cañas, a hombros de una de las cofradías más recogidas y organizadas, la del Amor. Al cierre de esta edición, continuaba su marcha hacia el templo.