Insiste el antropólogo y profesor de la Universidad de Extremadura (Uex) Domingo Barbolla que aplicar políticas de natalidad no significa aumentar las ayudas económicas a quienes tienen hijos, sino apostar por un mercado laboral digno y, sobre todo, un desarrollo rural que impida el éxodo en los pueblos, que resisten como pueden la sangría demográfica. El problema está cada vez más presente en la actualidad extremeña: la región envejece y mientras que a nivel nacional ya se aprecia cierta recuperación, en la comunidad hace cinco años que el salgo es negativo (el censo actual es de 1.079.224 personas). Y las previsiones no auguran un cambio a corto o medio plazo.

Existen diversos datos que evidencian y alertan de esta realidad. Uno más de ellos es la diferencia que hay entre la población anciana que crece y la bajada en el número de nacimientos. Según las cifras que recoge el INE (Instituto Nacional de Estadística), en los últimos siete años los extremeños con 80 años o más han aumentado un 20,7%, lo que significa que han pasado de 60.701 en 2009 a 76.569 en 2016 (15.868 más). Por el contrario, la población de 0 a 2 años ha descendido casi un 14%, lo que se traduce en 4.252 bebés menos (si en 2009 había 30.382, en 2016 fueron 26.130).

UNA SOCIEDAD DISTINTA / La caída poblacional se siente en los pueblos más pequeños, donde los abuelos se van quedando solos. También en las escuelas, donde cada vez hay menos niños matriculados. «Tenemos que plantearnos que si no hay un cambio de tendencia, dentro de 15 o 20 años vamos a tener una sociedad muy distinta y con unas necesidades también diferentes», subraya Barbolla. Y reitera uno de los argumentos que explican la situación actual: «Las mujeres que están en edad de tener hijos se marchan de su pueblo, de su ciudad, porque no tienen trabajo, porque el mercado no les ofrece una oportunidad. La emigración femenina es un hecho. De manera que es complicado que pueda aumentar el número de nacimientos».

«Las políticas que deben hacerse en este sentido -continua- tienen que apostar por conseguir que las zonas rurales, que abundan en Extremadura, se conviertan en lugares atractivos para crear una familia. Y eso se consigue con el desarrollo social y económico».

EN RIESGO DE DESAPARICIÓN / Una de las alertas que existe en este sentido es la posibilidad de que haya municipios, sobre todo los de menos habitantes, que dejen de funcionar como tales. De hecho, el estudio realizado por Joaquín Recaño, especialista en migraciones internas en España y profesor del departamento de Geografía de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), pone el foco en esta cuestión y concluye que 48 pueblos extremeños están en riesgo de desaparición. ¿Cuánto tiempo podrán resistir? «Yo estoy convencido de que si seguimos así, algunos de ellos desaparecerán de verdad», asegura Barbolla.

Pero el problema no es sólo de las zonas rurales. Las ciudades más populosas de la región sufren igualmente esta sangría que se refleja en otros datos. Por ejemplo, y según también las cifras que ofrece el INE, en la última década Extremadura ha perdido 30.000 jóvenes activos, o lo que es lo mismo, habitantes de entre 20 y 34 años que bien estaban trabajando o en busca de empleo. La cifra significa que aquellos que podrían formar una familia y mejorar los datos demográficos se terminan marchando de la comunidad.

La conclusión está clara para Barbolla: «Si la falta de empleo hace que ya no tengamos inmigración, un fenómeno que favoreció la natalidad, y las jóvenes en edad de procrear se marchan por falta de oportunidades laborales en las zonas rurales o en las propias ciudades, a menos que se activen políticas de desarrollo eficaces, el problema demográfico solo irá a más».