La lluvia volvió a caer ayer con fuerza en buena parte de Extremadura donde se activó la alerta amarilla por precipitaciones de hasta 40 litros por metro cuadrado en doce horas, lo que provocó inundaciones en calles de algunos municipios donde se anegaron garajes y sótanos. La nieve provocó el corte de carreteras en Piornal y del Puerto de Honduras en el norte de Cáceres. Además, el 112 se registró llamadas alertando de inundaciones en Badajoz y Mérida, así como de la existencia de balsas de aguas y árboles caídos en varias carreteras de la región. Son la EX-203, EX-208, EX-373, BA-120, EX-206 y N-435. En la autovía A-66 se formaron placas de hielo a la altura de Monesterio.

En las dos capitales provinciales se registraron incidentes relevantes. En Badajoz, donde las lluvias obligaron a suspender el partido de fútbol entre el Cerro de Reyes y el Real Madrid Castilla previsto en el José Pache, la tromba de agua que cayó por la mañana causó especiales dificultades en el mercadillo del domingo, que se celebra en la barriada de Suerte de Saavedra, porque provocó que se inundara el tramo final de la avenida Antonio Hernández Gil, causando daños en una treintena de puestos ambulantes, según relataron a este diario los afectados.

El presidente de la Asociación para la Recuperación de Suerte de Saavedra, Antonio Chacón, denunció que no es la primera vez que ocurre este problema, que se debe a la insuficiente dimensión del colector principal, "que se ha quedado pequeño" y cuando llueve, las aguas fecales suben a la superficie a través de la tapaderas instaladas en la vía.

Los comerciantes se quejaban de que nadie acudió a ayudarles para solucionar el problema, pues en algunas partes el agua llegaba casi hasta la rodilla y ellos mismos se vieron obligados a buscar las tapas de las alcantarillas para levantarlas, informa A. M. Romasanta.

Conforme avanzaba el día la situación iba normalizándose hasta que la alerta se desactivó a las seis de la tarde en la provincia de Badajoz, no así en la de Cáceres, donde continuará hasta el martes. En la capital cacereña, el temporal mantuvo en vilo a los bomberos y la policía local durante toda la mañana. La fuerza con la que sopló el viento derrumbó la parte frontal del cerramiento de una vivienda de la calle Tauro, en el residencial R-66.Se trata de un muro de tres metros de altura que sujetaba una armadura de chapa puesta por los propietarios para evitar que el patio de su casa se viera desde el exterior. La pared cayó a la calle, pero con suerte no pasaba nadie por la vía ni se se encontraba aparcado ningún vehículo, por lo que no hubo que lamentar daños personales ni materiales. El viento tumbó cinco árboles en la capital cacereña: cuatro de ellos en el residencial R-66 y en Los Castellanos y uno en la curva del cementerio.

Al otro lado de la ciudad, en Aldea Moret, la calle Río Tiber permanecía anegada a media mañana. Los sumideros estaban atascados y no pudieron soportar la cantidad de lluvia caída entre las diez y las doce de la mañana. El agua llegó a colarse hasta en los portales de las viviendas.

La intensidad de las lluvias que se prevén para los próximos días ha obligado al ayuntamiento a abrir las compuertas del Guadiloba. Se trata del décimo desembalse del pantano que abastece a la capital cacereña, que mantendrá sus puertas abiertas hasta que el agua baje a niveles de seguridad para evitar inundaciones, informa S. Rumbo.

Y es que para la jornada de hoy se espera una acumulación de hasta 15 litros por metro cuadrado en una hora, según las previsiones de la AEMET.

Uno de los puntos más complicados fue Piornal, donde la nieve volvió a caer durante la madrugada y a primeras horas de ayer en las sierras de La Vera y el Valle del Jerte. En la localidad cacereña la nieve dificultaba el paso a los transeúntes, mientras la circulación se hacía imposible para los vehículos en algunas de sus calles. En las principales arterias urbanas la nieve estaba amontonada sobre las aceras, debido a la acción de las máquinas quitanieves. Era fácil ver a los vecinos, pala en ristre, apartando los restos de la nevada de las entradas de sus casas.

Los ganaderos se vieron obligados a dejar los rebaños encerrados, ya que el campo estaba totalmente cubierto por un manto blanco de varios centímetros de espesor, que tapaban el alimento de los animales, informa F. Martín.