Vengo a por medicinas para mis padres, porque ayer no pude llevarme la insulina, y también ropa interior para cambiarnos y algo de comida". Así se manifestaba Manuel López, vecino de Barbaño, cuando salía del pueblo con varias bolsas que había recogido de su casa en el periodo de tiempo que les dieron para ello.

Hasta entonces, Barbaño ofrecía la estampa de un pueblo fantasma, con sus calles vacías, las casas cerradas a cal y canto y algunas de ellas, con las puertas tapiadas a media altura. En el pueblo solo estaban el alcalde, Juan Manuel Ambrona, con algunos agentes de Protección Civil y personal municipal, que hablaban en la plaza con el expresidente Vara.

A la entrada del pueblo, corros de vecinos con bolsas y maletas con las pertenencias que habían acudido a recoger, y filas de coches aparcados en los caminos aledaños y la única carretera que quedaba accesible, la de Montijo. En un ambiente de emergencia, dentro del recinto urbano se veía de vez en cuando algún vecino que cerraba su casa con llave; otros, a veces en familia, que caminaban con sus bolsas hacia la salida del pueblo.

Los vecinos, en grupos, comentaban la situación del pueblo mientras entraba una ambulancia para atender a una mujer del pueblo, "Guadalupe, que es de Montijo pero vive aquí, que le ha dado un ataque de ansiedad porque le han robado esta noche en su casa", comentaba una vecina.

Las mujeres con las que estaban contaron que algunos vecinos del pueblo "han pasado la noche vigilando el pueblo en los coches y al ver uno sospecho, llamaron a la Guardia Civil. Cuando ésta les registró el vehículo, encontraron palancas y herramientas para robar".