Carmen Muriel es diplomada en Empresariales. Aunque su familia posee una explotación de varias decenas de hectáreas de cultivo de cereales y olivar entre los términos municipales de Mérida y Mirandilla, su trayectoria laboral poco había tenido que ver hasta ahora con el sector primario, ya que se había desarrollado fundamentalmente en promotoras o inmobiliarias. "La cosa de que yo me incorpore es por necesidad más que nada. Mi madre tiene ya 64 años y mi padre falleció hace cinco. Mi abuelo y mis tíos tienen más de noventa años y había que tirar para adelante", cuenta.

De esta forma, por un lado, busca dar continuidad a la explotación familiar una vez que su madre la deje. Por otro, la situación del mercado laboral, explica, no es precisamente propicia para buscar otras ocupaciones. "Con las opciones que hay de trabajo para los jóvenes, la cosa no está nada fácil", indica.

Admite que, de inicio, a ella el campo le gusta "como a todo el mundo, para una barbacoa", pero agrega que "una vez que he tomado esta decisión, para estar parada, teniendo algo en casa, prefiero seguir adelante con ello". De hecho, el horizonte a largo plazo que se plantea Carmen es el de seguir trabajando como agricultora.

De momento, a la espera de que le llegue la confirmación de la Junta de Extremadura, ayuda a su madre y a la persona que tiene contratada en la explotación. Reconoce, eso sí, que le está costando aprender "bastante". Entre otras cosas, precisa, porque la maquinaria que maneja "no es de última generación". "Hay que hacer esfuerzo y además tengo problemas físicos, de espalda, lo que no me favorece mucho".