No es solo un problema sanitario, por las enfermedades que el exceso de población de ciervos y jabalíes pueden transmitir al ganado de la zona. También hay un impacto ambiental: tantos ejemplares, con un crecimiento sin freno, sin depredadores naturales y con la caza prohibida --o, mejor dicho, restringida--, suponen una amenaza para la cobertura vegetal del Parque Nacional y para especies de flora protegidas y de gran valor ecológico. Por eso, desde hace años la Junta autoriza monterías controladas --que llama acciones cinegéticas--, en las que solo se pueden abatir determinado número de hembras y que están vigiladas por agentes del Medio Natural. El año pasado se realizaron una veintena y, según lo expuesto en la última reunión del Patronato del Parque, podrían ampliarse.

Pero los ecologistas entienden que no es suficiente y han propuesto la captura selectiva de estos animales como método complementario para reducir las poblaciones. Esto se realizaría mediante cercados --como con los caballos salvajes-- para después seleccionar solo las hembras, para limitar la reproducción. El problema está en qué hacer con los animales capturados. Las fuentes consultadas apuestan por aprovecharlos para la repoblación de zonas donde se esté intentando introducir el ciervo o el jabalí o, como se ha probado en otros países, el aprovechamiento de su carne para consumo humano.

La Junta, de momento, se ha comprometido a estudiar esta propuesta y, mientras tanto, la dirección del parque trata de hacer un censo real de las poblaciones de estas especies en Monfragüe. El borrador del Plan Rector de Uso y Gestión fija que la densidad máxima debe ser de 20 ejemplares por cada 100 hectáreas y un ratio de una hembra por cada macho. Ahora deben decidir cómo lo van a lograr.