La tradición, ayudada por el tiempo fresco pero sin punto de comparación con el temporal de hace unos días, volvió a cumplirse. Miles de extremeños repitieron la inusual escena que rompe cada año la tranquilidad de los cementerios, llenándolos de un bullicio continuo y de un ir y venir para adornar con flores las tumbas de los seres queridos.

Así, el camposanto cacereño registró más de 40.000 visitas, el pacense en torno a 50.000 y el emeritense alrededor de 25.000, y así en todos las poblaciones de la región... En todas menos en una: al cementerio de Alcazaba, pequeña población de las Vegas Bajas surgida al amparo del Plan Badajoz, no acudió nadie, según informó Europa Press.

No es que los vecinos de esta localidad no tengan apego a sus difuntos es que, simplemente, no están allí. Alguna mente privilegiada construyó el recinto a cinco kilómetros del núcleo urbano, en un paraje al que se accede por caminos la mayoría de las veces intransitables, por lo que, desde hace 45 años, los fallecidos en Alcazaba se entierran, al principio, en Badajoz, y después en las vecinas localidades de Pueblonuevo o Guadiana.

Salvo esta excepción, los camposantos tuvieron su día de protagonismo. Los extremeños se volvieron a rascar el bolsillo para pagar entre 30 y 40 euros por los ramos o centros de flores. Para los menos previsores, siempre quedó el recurso de los vendedores ambulantes que hacen su agosto en pleno noviembre. Claro que este solución puede costar cara, ya que muchos aprovechan la demanda de última hora para subir los precios.

Otra curiosidad de este rito anual es que muchos de los que acudieron al cementerio seguramente forman parte del gremio de los descreídos , ya que según una encuesta del CIS, casi el 40% de la población asegura que no cree que haya vida después de la muerte, frente al 49% que sí cree.