Unos 180 niños kosovares de todas las etnias aprenderán castellano a lo largo del próximo mes. Es el programa Cervantes, un ambicioso proyecto cuya sexta edición acaba de arrancar en Istok y durante el que los militares también educarán a los pequeños en materias como la seguridad vial, el respeto al medio ambiente o la higiene personal

El español, el idioma más hablado en el mundo junto al chino y el inglés, como puente en el abismo que aún existe entre los niños kosovares. El castellano como un primer nexo que permita entender a los pequeños que antes que bosniacos, serbios o albaneses son, ante todo, personas que viven en el mismo país y que, por lo tanto, están condenadas a entenderse. Es el Programa Cervantes.

Desde el lunes, y durante las próximas cuatro semanas, varios de los militares españoles desplegados en Kosovo se convierten, durante dos horas el día, en unos profesores muy especiales. Este programa, que se lleva a cabo desde el año 2000, llega en una primera tanda a dos colegios, uno albanés y otro de los denominados mixtos, es decir, con alumnos bosnios y albaneses. Es sí, los alumnos se reparten en las aulas según sus etnias, de forma que nunca coinciden en clase.

En total llegará a 180 pequeños de entre 7 y 11 años repartidos en seis colegios, todo ello dentro de un programa que llega a todas las etnias y cuyos efectos son fácilmente palpables. Un paseo por el reasentamiento serbio de Suvi Lukovac deja imágenes inolvidables. Un niño de apenas 11 años, de la etnia roma --parecidos a los gitanos españoles-- saluda en correcto castellano a los militares españoles: "Buenos días. Yo a ti te conozco". Una de sus hermanas incluso actúa como intérprete para que algunos españoles se comuniquen con sus padres.

"Buenos días"

Pero esto no es una casualidad. Uno de los dos colegios en los que acaba de arrancar el programa Cervantes es el Bajram Curri, en Crnce. Un grupo de treinta niños albaneses --más de la mitad de ellos son niñas-- se pone en pie para saludar a un visitante español que entra en el aula mientras un manto de densa nieve cubre el patio del centro. "Buenos días", repiten todos ellos. La clase la da un teniente de Infantería de Base España, el principal destacamento de la Agrupación Extremadura en Kosovo, junto a una intérprete de albanés. Los pequeños llevan sólo dos horas de clases de español, pero todos saben saludar, preguntar el nombre, decir cómo se llaman e incluso identificar algunos objetos como el sol, la luna o el coche.

A lo largo del próximo mes los militares españoles darán cada día cerca de dos horas de clase. Una de ellas es de lengua española y en la otra hora se imparten las asignaturas de educación física, ética --la da el cura de Base España y es en realidad valores humanos--, educación vial (a cargo de agentes de la Guardia Civil), educación sanitaria (con los médicos de Base España), respeto al medioambiente y precaución con minas (con la presencia de equipos de desactivación de explosivos). A media clase un descanso y reparto de bocadillos y batidos para los aplicados alumnos. En las libretas de los chicos puede leerse claramente: "¿Cómo te llamas?".

Los responsables del desarrollo del programa reconocen que están sorprendidos por la velocidad con la que estos niños aprenden el idioma español, una característica que parece natural en toda la zona de los Balcanes. Pero no se trata simplemente de aprender el castellano porque sí o porque la presencia de tropas españolas en la zona cumpla se haya prolongado desde 1999. Hay que tener en cuenta que los niños serbios y los bosniacos no hablan albanés, mientras que los de origen albanés no conocen el serbio. Es decir, que aunque quisieran no podrían hablar entre ellos. De esta forma, el aprendizaje del castellano no sólo les abre numerosas puertas de cara al futuro, sino que podría llegar a servir como vía de comunicación entre unas etnias que, incluso a edades tempranas, continúan muy lejos unas de otras. Hoy en cualquier pueblo perdido de la zona de Istok un niño de cualquier etnia saluda afable a los militares españoles, una presencia que para él se ha convertido en habitual, tanto como la nieve, el frío, las casas destruidas... o la distancia con las otras etnias. Con este programa los militares tienden un puente entre los pequeños de una y otra etnia, entre aquellos en cuyas manos está el futuro de un país que aún se lame las heridas que el tiempo no ha logrado cerrar.