Nos acercamos a unos días de calendario donde recordamos aún más a nuestros difuntos y, al margen de que los visitemos en los cementerios y los recordemos, los hemos unido de manera inseparable a la gastronomía en estos días de primeros de noviembre.

La relación entre las costumbres gastronómicas y religiosas ha existido desde tiempo inmemorial, y aún más en el mundo occidental donde vivimos. No hay más que echar la vista atrás para observar las culturas primitivas y antiguas como enterraban a sus difuntos junto con comida para el viaje por la Laguna Estigia. Aún hoy, en muchos países especialmente americanos, el día de los difuntos o la conmemoración del santo del fallecido, se suele ir al cementerio y celebrar una especie de ágape junto a la tumba del ser querido.

No tenemos que irnos ni tan lejos en el tiempo ni en el espacio, en nuestra tradición extremeña también existe una tradición gastronómica relacionada con la muerte: la celebración el día de 1 de noviembre de La chaquetía o "cachetía", como algún paisano me ha dicho. En este día es habitual salir al campo a asar castañas y a degustar fiambres y otros platos típicos del pueblo. Aunque ya se está perdiendo, hasta hace unas décadas atrás los muchachos iban por las casas y recitan o cantan lo siguiente:

Tía la chaquetía,los pollos de mi tía,unos cantan y otros pían,y otros piden ¡castañas cocías!

Después del canto juvenil se les daba en una pequeña bolsa con castañas, higos, altramuces, membrillos u otras frutas.

Ana María me relató con la mirada perdida en el recuerdo que en su juventud en esos días las campanas de la Iglesia dindineaban para terminar repiqueteando, mientras los chavales salían por las calles pidiendo la chaquetía y los mayores se reunían en torno a unas migas. Aunque también las familias se regalaban el gusto con la elaboración de gachas o puches y multitud de dulces que suelen dársele nombres relacionados con esqueletos y difuntos: huesos de santo, calaveras de azúcar o panes de muerto, además de roscas fritas, perrunillas, roscas del dedal y flores. Sea como sea lo de los dulces es para endulzar la tristeza de los nuestros.

XEN ESTAx Extremadura la costumbre de la chaquetía ya no es muy habitual, por el contrario sí lo es lo de irse al campo a asar castañas o comprar dulces para el café de la tarde, porque lo de elaborarlos en casa ya solo lo hacen las madres y abuelas, que la juventud está más por los donut y pastelería prefabricada.

Las tradiciones más que perderse, se transforman a unas nuevas formas sociales, pero como sigamos con estos tiempos a lo mejor habrá que volver a practicar la chaquetía y salir pidiendo castañas y otras frutas para regalarnos el estómago, más que el gusto.