Ay, chíviri, chíviri, chíviri, ay, chíviri, chíviri, chon..". Al son de esta letra la fiesta por excelencia de Trujillo volvió a congregar ayer a miles de personas en la plaza Mayor, convertida en escenario de un espectáculo colorista de pañuelos rojos, refajos bordados y orfebrería tradicional, resquicios de la tradición que conmemora cada Domingo de Resurrección la fiesta del Chíviri, declarada de Interés Turístico Regional.

Desde el mediodía, los aledaños de la plaza se convirtieron en un hervidero de habituales de la fiesta y visitantes dispuestos a participar e integrarse en ella, animados por una jornada de sol que también contribuyó al lucimiento. Para estos últimos iba el consejo básico de los expertos para no desentonar: "traer en una alforja con el chorizo, la patatera, las empanadas y la bota de vino", explicaba Santiago Mariscal Mateos, trujillano habitual de esta jornada festiva que recuerda aquella en la que los pastores de esta zona se engalanaban y acudían a la plaza Mayor para celebrar el Domingo de Resurrección y vender los corderos que se comían al día siguiente como frite en la fiesta de la Gira, la romería en La Dehesilla. En su caso siguió fielmente la tradición y se plantó con el resto de la familia y amigos en la plaza ataviados con las chambras (ellos) y los refajos con corpiño (ellas), acompañados por León un carnero de tres años.

EL MENU No todos los asistentes cumplieron la premisa de la alforja y la vestimenta tradicional, y menos aún la de acudir a la plaza con acompañados por un cordero --"se está empezando a perder esa esencia de la fiesta", advertían algunos vecinos-- pero sí predominó el menú básico de la jornada a base de "cachitos de cerdo", como se se refería un grupo de visitantes de Alcalá de Guadaira (Sevilla) a las viandas que llenaban la mesa que desplegaron en medio de la plaza Mayor. "Todo buenísimo y todo comprado aquí", recalcaban mientras se afanaban con el cuchillo entre barras de lomo y chorizo.

Las canciones tradicionales habituales de este día, como Rafael de mi vida y, por supuesto, el Chíviri , constituyeron la ineludible banda sonora de la jornada, en la que tampoco faltaron otros temas populares, a cargo de la orquesta Turgalium, que puso ritmo a la fiesta en el escenario instalado en la plaza hasta las siete de la tarde. Después se subieron al mismo escenario los ritmos ecuatorianos del grupo del centro cultural indígena Yachac, invitado a participar como parte de los actos del Año Orellana, que conmemora este 2011 el V centenario del nacimiento de Francisco de Orellana, descubridor del Amazonas.