Las actividades ilícitas cometidas a través de internet o el ciberespacio continúan avanzando a una velocidad de vértigo. En Extremadura prácticamente se han duplicado en los dos últimos años (entre el 2016 y el 2018), de acuerdo a las últimas estadísticas del Ministerio del Interior. En este periodo, las infracciones penales relacionadas con la cibercriminalidad de las que han tenido conocimiento las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y las policías locales han pasado de 1.327 a 2.520 en la comunidad autónoma, lo que roza el 90% de auge en este bienio. Si la comparación se establece con el 2011, primer ejercicio para el que se recogen estadísticas, cuando las infracciones conocidas fueron 718, este tipo de hechos se ha multiplicado por 3,5 en Extremadura.

Las estafas con tarjetas de crédito, débito y cheques de viaje, de las que en el 2018 se denunciaron 910, más las bancarias (otras 110), suponen en conjunto un 40% del total de las infracciones y el doble que en el 2017 (457).

El phishing (consistente en remitir falsos correos electrónicos o mensajería on line con el fin de obtener información personal como claves de acceso) o el pharming (una variante que lo que hace es redirigir el nombre de dominio de una entidad de confianza a otra web, en apariencia idéntica pero cuyo fin es el robo de los datos del usuario) son dos de los delitos más habituales de esta tipología.

Juan Luis Picado, director de Picado Abogados, un despacho extremeño especializado en ciberseguridad, protección de datos y derecho tecnológico, incide en que cuando alguien sufra una estafa de este tipo no se resigne y la denuncie. «Primero porque, si nadie denuncia, esto no solo seguirá pasando, sino que se incrementará exponencialmente», esgrime. Y además, apostilla, porque «si pongo en conocimiento de la autoridad judicial la supuesta comisión de un delito de esta naturaleza, voy a poder ir contra la entidad bancaria o la emisora de la tarjeta y me van a reembolsar lo que se han llevado».

En este sentido, arguye que el banco está ofreciendo, ya sea de forma gratuita o no, «unos canales de pago supuestamente seguros, «cuando no lo son en absoluto». «En una sociedad tan bancarizada y tan enganchada a estos medios de pago, son las entidades, y no otros, las que deben asegurarse de que son absolutamente fiables y sólidos», argumenta.

Así que, concluye, cuando se producen esta clase de estafas, «lo que es el dinero, se recupera. A lo mejor a la persona que te ha suplantado la identidad o te ha metido un virus en el ordenador no lo pillen nunca, pero sí podrás recobrar lo que se han llevado interponiendo una reclamación contra la entidad bancaria o contra la plataforma de comunicación», concluye este letrado, también experto en derecho financiero y bancario.

Es lo que sucedió, por ejemplo, hace varios años con uno de sus clientes que fue estafado por «un hacker ruso» cuando se disponía a comprar unas entradas de fútbol para el Mundial de Brasil. Le ‘limpiaron’ 1.200 euros de su cuenta y de la de su hermano. Dinero que la entidad hubo de reintegrarles, ya que, se argumentó en la sentencia del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 7 de Cáceres, no se apreció «negligencia grave» por parte del consumidor, sino más bien de la entidad demandada «quien debía ofrecer un «sistema on line con las medidas de seguridad necesarias».

Timos bancarios y financieros aparte, el grupo más numeroso de ciberinfracciones cometidas en Extremadura es el que queda comprendido en el apartado ‘otras estafas’. «El ciberdelito se está multiplicando exponencialmente. Para el delincuente es muy fácil, muy cómodo cometerlo, no se tiene que mover de su casa», sostiene Enrique Díez de Baldeón, presidente de la Asociación de Criminólogos de Extremadura (Crimex), que desgrana cómo cada vez son más habituales estos engaños en sectores como el inmobiliario (falsas ofertas de apartamentos en vacaciones); el del automóvil (chollos de alta gama por los que se pide una señal pero que luego se esfuman); o el del mercado laboral (fraudes con ofertas de trabajo en internet).

USURPACIÓN DE ESTADO CIVIL / Con una cifra elevada aparece también la usurpación de estado civil (suplantar la identidad de otra persona en internet o en una red social). En total, el año pasado se tuvo conocimiento de 138 casos de esta índole. «Por ejemplo, pueden robarte el correo electrónico. Se hacen con tu agenda y tus contactos y mandan mails con tu nombre para pedir a la gente que te conoce y confía en ti dinero o cualquier otro favor», precisa Díez de Baldeón. La información personal puede utilizarse también para solicitar un préstamo o formalizar una compraventa con referencias ajenas.

De las 2.436 victimizaciones que aparecen en las estadísticas de Interior, 65 atañen a menores de edad, 37 de ellas mujeres y 27 varones (en el caso restante, no consta el género). En catorce de estas situaciones fueron víctimas de amenazas, y en ocho de abuso sexual, mientras que tanto el descubrimiento o revelación de secretos como la usurpación de estado civil figuran con siete hechos en cada uno de los casos y el grooming (delito de contacto mediante tecnología con menor de 16 años con fines sexuales) con cinco. «Hace falta una labor de prevención y educación en los menores, no hay que bajar la guardia ni un instante», afirma Juan Luis Picado, quien menciona el creciente número de casos de ciberacoso escolar o de sexting —difundir cualquier material de contenido íntimo sin autorización de la persona afectada— con adolescentes afectados.

¿Qué medidas básicas de seguridad se pueden tomar para reducir el riesgo de ser víctima de ciberdelitos? «A tu dispositivo móvil tienes que procurar dotarlo de la misma protección que a tu ordenador», subraya Picado, y nunca facilitar claves bancarias a través de internet, «lo mismo que no se las darías a nadie por la calle, aunque te dijese que trabaja en tu entidad».

«Hay que tener actualizado todo el software y todos los antivirus, y la protección contra el malware», aconseja Enrique Díez de Baldeón. Lo que no hace, lamenta, casi nadie. «La gente no tiene al día los antivirus o repite contraseñas que no son difíciles. Muchas veces se tienen de seis dígitos, lo que no va a ningún lado, te la cogen en media hora», alega.