Familiares, amigos, compañeros de partido y de profesión, representantes de la judicatura y personas relacionadas con el mundo empresarial, entre otras muchas, abarrotaron ayer la iglesia de San Juan Bautista, en Badajoz, para despedir a Adolfo Díaz-Ambrona, abogado del Estado y primer presidente del Partido Popular de Extremadura, fallecido el jueves a los 69 años tras una larga enfermedad. Tras la eucaristía, el coche fúnebre trasladó el féretro hasta el cementerio de San Juan, donde los restos de Díaz-Ambrona reposarán en el panteón familiar.

Entre los asistentes al funeral estuvieron el presidente de la Junta de Extremadura, José Antonio Monago, el delegado del Gobierno, Germán López Iglesias, el alcalde de Badajoz, Miguel Celdrán, Luis Ramallo, presidente preautonómico, el expresidente del Senado, Juan Ignacio Barrero, además de los expresidentes socialistas Juan Carlos Rodríguez Ibarra y Guillermo Fernández Vara. También quisieron arropar a la familia en estos momentos la decana del Colegio de Abogados de Badajoz, Filomena Peláez, el juez decano Emilio Rodríguez Cancho o el industrial jerezano Alfonso Gallardo.

En la homilía, el párroco de San Juan Bautista, Emilio Rodríguez, destacó de Díaz-Ambrona Bardají su "caballerosidad", su calidad humana y "el respeto que sentía por todos", valores por los que --dijo-- fue una persona "muy querida".

Monago recordó que Díaz Ambrona fue uno de sus referentes cuando él ingresó en las filas de Nuevas Generaciones del PP. "Era de esa hornada de políticos que abrió camino de convivencia democrática en Extremadura". Destacó que siempre fue una persona que buscaba el consenso --"nunca le he conocido rivales en política", dijo--, sencilla y a la que no le gustaba "hacer ruido", pero a la vez "con una enorme personalidad política". También Celdrán, amigo personal del fallecido, y López Iglesias, resaltaron su calidad humana y el aprecio del que gozaba en la ciudad.