Según los datos manejados por la Universidad de Extremadura, en el mundo se consumen anualmente billones de cigarrillos con sus correspondientes colillas. En cincuenta años, el número de fumadores que optaba por los filter cigarrettes pasó del 1% al 98%. Pero este artículo no trata del problema del tabaquismo en la población sino del problema planetario de los residuos que genera el hábito de fumar. Estos residuos tienen forma de filtro y según estos mismos datos, una de cada tres colillas acabará en la vía pública, en el parque o a la entrada de cualquier local.

¿Qué hacemos con los filtros usados? Esta pregunta se hicieron los investigadores Valentín Gómez Escobar -profesor de la Escuela Polítecnica de la Universidad de Extremadura- y Rubén Maderuelo, --investigador del Instituto Tecnológico de Rocas Ornamentales y Materiales de Construcción (INTROMAC)--. Ellos son dos de los cinco miembros del grupo de investigación que está dando los primeros pasos para valorizar las colillas y atajar con ello un grave problema medioambiental. Junto a ellos trabajan codo con codo María Luisa Durán Martín--Merás, María José Arévalo Caballero, ambas también de la Politécnica, y Carmen Ortiz--Caraballo, de la Escuela de Ingeniería de Igualada. Un equipo formado por más mujeres que hombres y dirigido por un investigador anti--tabaco al que algunos de sus colegas ya conocen como «el de los cigarrillos».

La inmensa mayoría de los filtros de tabaco está elaborada a partir de acetato de celulosa, un producto de muy lenta degradación, que sólo se descompone parcialmente. Es parecido a otros materiales utilizados en construcción para la absorción del ruido, como la lana de roca o la fibra de vidrio, en cuanto a textura o flexibilidad.

Partiendo de estas premisas, los investigadores comenzaron hace dos años y medio a realizar las primeras pruebas y ya han presentado los resultados preliminares en dos revistas científicas. «En estos momentos la investigación tiene más sombras que luces pero de los ensayos realizados podemos afirmar que el uso de las colillas de los cigarrillos ya utilizadas es tanto o más eficaz en la absorción del ruido en la edificación que la lana de roca o la fibra de vidrio», afirma Valentín Gómez Escobar.

Desde que comenzaron su trabajo, fumadores y personal de limpieza de la Universidad entregan las colillas a Gómez. Con la recolección, varios miembros del equipo se dedican a clasificar los filtros y a eliminar el tabaco no consumido, las colillas quemadas -porque pierden elasticidad—y el resto de componentes que no tienen uso en la investigación. A continuación, son compactadas y comienzan las pruebas de la absorción del sonido. En un tubo de impedancia de diez centímetros de diámetro caben unas 150 colillas. «Para acondicionar una superficie de diez metros cuadrados necesitaríamos más de 100.000 filtros». Un buen montón de colillas que desaparecerían de la faz de la tierra.

Si la investigación fuera una escalera de diez pasos, estaríamos hablando de los primeros peldaños. «Nos encontramos en el primer escalón si estamos hablando de la comercialización de las colillas como material de absorción del ruido». Si hablamos de la investigación en sí «entonces nos encontramos en el cuarto escalón y ya podemos presentar conclusiones esperanzadoras». Entre ellas, los científicos ya pueden afirmar que «el comportamiento acústico va a estar influido por el grado de compactación de la muestra». Otra de las conclusiones es que cuando se logra la uniformidad del material absorbente, cuando las colillas son desmenuzadas, su eficacia contra el ruido sigue siendo también muy interesante.

Entre las sombras de la investigación se encuentran las aguas residuales generadas por la limpieza de las colillas. “Se trata de solucionar un problema medioambiental con propuestas sostenibles, no podemos crear otro”, apunta Valentín Gómez.

Los científicos acaban de regresar de A Coruña donde se ha celebrado Tecniacústica 2017, el 48º Congreso Español de Acústica. Encuentro Ibérico de acústica, enmarcado dentro del European Symposium on Sustainable Building Acoustics.

Hasta ahora, la investigación ha podido realizarse a coste cero. A partir de este momento, para ascender a la parte superior de la escalera, es necesario buscar fondos. Este año, el proyecto presentado por este equipo científico a la convocatoria realizada por la Junta para financiar proyectos de investigación ha quedado como quinto suplente. «Adujeron que no éramos expertos en la materia y es cierto porque es una línea completamente novedosa». Los científicos sufren los mismos males que los jóvenes: son los mejores preparados pero en cuanto pretenden iniciar caminos no explorados se les exige experiencia previa.