¿Puede saber un apicultor que está a varios cientos de kilómetros de sus colmenas si en ellas se está produciendo mucha o poca miel?, ¿si sus abejas están siendo atacadas por un abejaruco o devoradas por ejemplares de avispa asiática?, ¿o quizás intuir que en su interior está comenzando a hacer estragos la ascosferosis? El trabajo que desarrolla el Grupo Operativo Supra-autonómico Innomiel, liderado desde Extremadura, trata de que de aquí a unos años la respuesta a todas estas preguntas pueda ser afirmativa.

Este innovador proyecto plantea la monitorización telemática de colmenas y apiarios con el fin de incrementar la competitividad y eficiencia de las explotaciones apícolas mejorando, además, el saneamiento, la trazabilidad y la calidad de la miel. En definitiva, explica su coordinador, Séneca Martín, se busca «situar a la apicultura en la vanguardia tecnológica de la industria 4.0».

La idea nació en el 2017, fruto de la unión de tres empresas tecnológicas de la región (Dinámica de Masas, NotAnts y Personia), y de la cooperativa extremeña Apihurdes. A día de hoy, ya aglutina a las principales cooperativas y agentes del sector apícola de España, que en conjunto suman alrededor del 70% de los productores profesionales de miel. Hay presencia de entidades de Extremadura (donde también participa Montemiel), Andalucía, Cataluña, Castilla y León o Castilla-La Mancha. «Las cooperativas que más facturan en España y, por ende, en Europa, están dentro de nuestro grupo», resalta.

De los 162 proyectos de grupos operativos supra-autonómicos de toda España que se presentaron a la segunda fase del Programa Nacional de Desarrollo Rural 2017 —de los que solo se escogieron 22—, destaca Martín, Innomiel ha sido este año la iniciativa con una puntuación más alta en la valoración otorgada por parte del Ministerio de Agricultura. Gracias a ello, contará con una financiación de algo más de medio millón de euros para poder ejecutar la iniciativa.

En qué consiste el proyecto

El proyecto se centra en la sensorización de los apiarios. Frente a otras iniciativas que también tratan de emplear estos mecanismos para obtener información de qué está ocurriendo en los abejares, el proyecto de Innomiel tiene como primera «ventaja» que los sensores se introducen dentro de la propia colmena, por lo que proporcionan datos mucho más «fiables» que los que están situados fuera que, además, pueden ser objeto de robos.

Desde que comienzan a funcionar, los sensores permiten monitorizar telemáticamente la colmena y saber qué es lo que está sucediendo en ella, de manera que el apicultor empieza a obtener datos en tiempo real que le llegan a su dispositivo móvil. Para comenzar, sabe en todo momento si la colmena está donde él la depositó. Si, por el contrario, se mueve de su localización, posiblemente será porque se está produciendo un robo. De ser así, el sensor —que no es detectable desde el exterior— facilitará posteriormente su recuperación.

Igualmente el profesional será alertado si la colmena ha caído, «e incluso para qué parte» lo ha hecho. «Si se cae hacia atrás no pasa demasiado, pero si es hacia delante y tapa la piquera —por donde entran y salen las abejas— esa colmena está muerta», aclara este empresario. Teniendo en cuenta que en ocasiones se trata de apiarios que están a cientos de kilómetros del lugar donde residen los apicultores, el ahorro en costes de desplazamiento puede ser muy importante. «Por ejemplo, para la gente del Perelló (Tarragona) que tiene las colmenas en el Pirineo, a 400 o 500 kilómetros, si tienen que ir cada semana, solo el gasto en gasoil es horroroso».

Aparte de los cambios de ubicación, hay otros parámetros que ponen sobre aviso al apicultor si algo no está marchando bien. Uno de ellos son los diferenciales de temperatura y humedad que se registran en el interior, que de producirse pueden venir derivados de la ascoferosis —pollo escayolado—, una de las enfermedades que están castigando la cabaña apícola, ya que se ha descubierto que las bajadas bruscas de temperaturas hacen que «este ácaro llegue a la cría y termine con ella». Incluso podría servir para combatir la varroasis. «A medida que vayamos monitorizando muchos apiarios que la contengan y otros que no», esgrime, será más factible detectar prematuramente este ácaro y aplicar «un tratamiento, no cuando la enfermedad ha diezmado ya la colmena, sino cuando comienza a hacer el primer daño».

También se controla cuál es el flujo de la piquera o el peso de la colmena. En el primer caso, si salen y entran pocas abejas es que «algo raro está pasando». Podría intuirse, por ejemplo, que se está produciendo el ataque de un abejaruco. Pero, en este aspecto, la idea es ir un paso más allá y no solo contabilizar de forma general los insectos que salen y entran sino también cuál es su tamaño, lo que haría detectable a la avispa asiática, de bastante mayor dimensión que las abejas. Esta especie invasora puede llegar a capturar entre 25 y 50 abejas al día, gracias a su enorme fuerza y tamaño. A diferencia de otras zonas del país donde sí está muy extendida, de momento en Extremadura no se ha descubierto ningún nido, pero sí de forma puntual varios ejemplares. En principio, el clima extremeño seco haría más difícil la proliferación de estos insectos, cuyos hábitats prioritarios son los bosques húmedos. No obstante, avisa Martín, «no nos podemos fiar. Tampoco pensaba nadie que fuera a entrar en Europa. Aquí tenemos muchas colmenas, y si hay comida, cualquier animal puede llegar a prosperar. Hay que estar atentos».

En cuanto al peso, en todo momento el apicultor tiene información del diferencial de carga que tiene la colmena respecto a cuando se colocó el apiario. «Eso le dice si está obteniendo más producción o, por el contrario, si esa colmena lo está perdiendo por alguna enfermedad o algún otro factor». Que gane peso en demasía también puede llegar a ser un inconveniente. «Si las colmenas están poniéndose excesivamente fuertes, a lo mejor es conveniente ir a quitarle miel, porque, si no lo hace, las abejas pueden incluso marcharse a enjambrar fuera, porque la colmena ha colapsado».

Aparte de dotar al apicultor de mayor control y capacidad de decisión sobre sus apiarios a partir de los datos recogidos, el proyecto persigue asimismo mejorar la trazabilidad de los productos apícolas y poder identificar con toda precisión su procedencia. «Tienes un seguimiento total del producto», aduce Martín, algo fundamental en un contexto de competencia con mieles procedentes de China o Argentina, de mucha menor calidad que la española.

Con todas esas alertas que se van generando en los abejares, se obtendrá un big data que, más adelante, se quiere introducir «en una inteligencia artificial que estamos diseñando», con la que podrán obtenerse patrones que ayuden a los apicultores a decidirse por un sitio u otro a la hora de colocar sus colmenas y en qué momento del año hacerlo. «Quizás años anteriores ese apiario en esa época no ha obtenido nada de rendimiento, y es mejor que lo lleve a otro sitio».

El kit de sensores que se emplea ha sido diseñado, y en muchos casos construido, desde Innomiel. «Fabricamos también el hardware, no solo el software», subraya. Ahora mismo se está en fase de pruebas en las colmenas de algunas cooperativas, instalando las unidades iniciales y probándolas en campo, con lo que ya se han obtenido los primeros datos. Como hándicap, han tenido que afrontar que «estos animales lo propolizan todo [el propóleo es una sustancia cérea que las abejas emplean como sellante y antiséptico]». También ha habido que superar el obstáculo de transmitir los datos estando en medio del campo «sin una conexión a internet válida» y sin red eléctrica. Esto último se ha logrado superar con aparatos que se cargan a través de luz solar y que tienen un consumo muy bajo, «para que los sensores puedan durar mucho tiempo sin necesidad de ser cargados o sustituidos».

Por lo que respecta a la conexión, el inconveniente se ha solventado colocando una pequeña antena a varios kilómetros del apiario y que se conecta a con una de las colmenas, que recibe la información del resto de las que están sensorizadas.

Innomiel se presentó en septiembre pasado en Apimondia, «el encuentro apícola más grande que hay en el mundo», que este año se ha celebrado en Montreal (Canadá), donde la aceptación «fue muy buena». De la misma forma, recientemente estuvo presente en la III Convención Apícola de Castilblanco de los Arroyos (Sevilla), donde fue una de las ponencias principales, y también ha acudido a la Feria de Apicultura y Turismo de Las Hurdes de este fin de semana en Caminomorisco.