Algunos se habían apuntado hace tiempo al teletrabajo para poder cuadrar todos los horarios de la familia, otros lograban solventar el día a día gracias a las horas que los niños pasaban en el colegio o la guardería, y muchos recurrían a la red familiar, y especialmente a los abuelos, para encajar la crianza de los hijos con las jornadas laborales. El modelo de conciliación familiar ya tenía carencias, pero incluso con ellas, a la mayoría les permitía compatibilizar la vida familiar y laboral hasta que todo saltó por los aires con la crisis sanitaria de la covid-19: colegios y guarderías cerraron, los niños quedaron confinados en casa y el sostén de los abuelos desapareció al ser uno de los colectivos más vulnerables. De repente, el puzle de la conciliación no encajaba y, más que nunca, tocaba elegir.

«Renunciar», apunta María José Ladera, secretaria de Igualdad, Políticas Sociales y Salud Laboral de UGT. Y en la mayoría de los casos, la renuncia ha pasado de nuevo por la mujer. De cada cien consultas que ha recibido este sindicato desde que se inició el estado de alarma, 60 han estado relacionadas con la posibilidad de reducir jornada o dejar de trabajar, para hacerse cargo del cuidado de la familia. «Y el cien por cien de las consultas han sido de mujeres», anota.

No hay más que mirar a la brecha de género para encontrar parte de la explicación: «los sectores feminizados suelen ser también los más precarizados y eso supone que si una economía familiar cuenta con dos salarios, siempre va renunciar al más bajo, como es lógico». Pero junto a eso recuerda otra: «hay también un rol de género por el que son las mujeres quienes asumen de forma mayoritaria los cuidados», explica. Y el problema de fondo es que a pesar del ‘escudo esencial’ que diseñó el Gobierno para paliar los efectos de la crisis en el empleo, la conciliación ha sido una quimera.

«Las medidas de conciliación solo han funcionado de forma parcial. Se precisan mecanismos individualizados para las familias, afirma la secretaria de la Mujer de CCOO, Lourdes Núñez., que recuerda que una parte de los trabajadores han tenido que seguir acudiendo a su puesto en actividades esenciales y los que han podido teletrabajar «al final asumido una acumulación de tareas complicada de gestionar. Y lo más complicado viene ahora que se va a ir recuperando toda la actividad», avisa.

Un plan de apoyo / Sin un plan específico para abordar el problema de la conciliación familiar, los sindicatos vaticinan que la brecha de género se va a disparar. «Es muy probable que se superen este año los datos de la crisis anterior», apunta Ladera. Entonces se llegó a situar en el 25,14% en el año 2013. El pasado mes de enero, la diferencia salarial entre hombres y mujeres se había reducido al 17,9%. «Pero nos preocupa especialmente que sabemos fehacientemente que una vez que se recupere el empleo, no lo hará al mismo ritmo en el caso de la mujer», dice. La explicación, de nuevo en la precariedad de los sectores más feminizados y en los roles en los cuidados familiares, de los hijos, pero también de los mayores dependientes, en un momento en el que herramientas esenciales en estos cuidados, como son los centros de día, siguen cerrados.

Entre los autónomos cala también el temor a que la destrucción de negocios se acelerará por la imposibilidad de conciliar y que las estadísticas reflejarán que los emprendidos por mujeres lo harán en mayor medida para asumir los cuidados. «La intervención de las administraciones públicas es ahora fundamental», advierte Candelaria Carrera, coordinadora del Área de la Mujer de la Federación de Autónomos ATA. Según los datos que maneja el colectivo, las mujeres han liderado en la última década la creación de negocios y suelen ser proyectos más duraderos, que los emprendidos por hombres. Pero en contextos de crisis, también son las que antes abandonan: siete veces más, según los datos del INE.

Cosa de dos / «La conciliación es cosa de dos, pero queda mucho camino por recorrer y es la mujer la que sigue al frente de los cuidados», recuerda Carrera. Y ante la apertura total de negocios, muchos autónomos con hijos se verán en la tesitura de atender a su familia o su negocio. «Hay actividades que no pueden teletrabajar», recuerda.

Por eso, para evitar un repunte de la mortalidad empresarial y que esta se cebe con el empleo femenino, ATA pide un paquete de medidas con la apertura de campamentos «con grupos reducidos y medidas de seguridad», espacios de coworking en los pueblos que se complementen con actividades para los niños o regular la actividad de las ‘madres de día para atender a niños de hasta 7 años («lo que favorecería que esta actividad saliera de la economía sumergida») y también ayudas directas a las empresas: «que puedan reducir las jornadas de sus trabajadores sin que el sueldo varíe o bien bonificaciones fiscales y de Seguridad Social para la contratación de cuidadores o personal de enseñanza», explica. Porque, según coinciden sindicatos y organizaciones de autónomos, una realidad familiar entre juegos, deberes y pantallas a duras penas puede encajar con la pretensión de despertar a la economía y retomar la normalidad en las empresas.