El Juzgado de lo Contencioso Administrativo Número 1 de Mérida condena al Servicio Extremeño de Salud (SES) a indemnizar con 160.000 euros por la muerte de un bebé de dos meses tras un error de diagnóstico en el Hospital Virgen del Puerto de Plasencia.

Según informa el Defensor del Paciente en Extremadura y recoge la agencia Efe, la sentencia estima parcialmente el recurso interpuesto por D.V.L. y A.M.A.G. y condena al SES a indemnizarlos por los daños y perjuicios sufridos "en la defectuosa asistencia sanitaria" que llevó al fallecimiento del bebé E.V.A.

Al parecer y según la sentencia, el bebé nació el día 15 de mayo de 2005, sano y sin presentar ninguna patología, hasta que el 4 de julio comenzó con un cuadro de tos, por lo que sus padres acudieron al centro de Salud de Plasencia con el fin de que lo examinara su pediatra, que le prescribió Apiretal para bajar la fiebre.

Sin embargo, a los dos días, los padres regresaron de nuevo porque el cuadro que presentaba era aún más grave. Esta vez se le prescribió Ventolín nebulizador y Apiretal. El 9 de julio, el pediatra remitió al ambulatorio con el fin de que se le realizaran unas radiografías para ver si tenía afectado el pulmón y se le prescribió un nuevo tratamiento.

Como la salud del niño no mejoró, fue trasladado al Hospital Virgen del Puerto, donde fue diagnosticado de bronquiolitis, aunque tampoco mejoraba su salud.

En la madrugada del 11 al 12 de julio, el bebé comenzó un grave empeoramiento. Se le realizaron diferentes pruebas, pero ninguna tendente a encontrar la patología que presentaba, además de que ni se solicitó analítica para diagnosticar una posible tos ferina.

No fue hasta el día 13 de julio cuando se realizó al niño una analítica y a la vista de los resultados fue trasladado al Hospital 12 de Octubre de Madrid, donde finalmente fue diagnosticado de tos ferina, "aunque ya era tarde y no se pudo hacer nada para evitar el fallecimiento".

La sentencia, según el Defensor del Paciente, reconoce que existió un error diagnóstico, ya que el hospital no diagnosticó "una patología gravísima", a pesar de contar con los medios técnicos y humanos para haberlo realizado, por lo el retraso significó una grave pérdida de oportunidad terapéutica, que abocó irremediablemente al fallecimiento del niño.