Una hora cualquiera de una mañana cualquiera. Las hermanas Antusa, Marta, Isidora, Teodora y Rajka atraviesan el patio del monasterio de Gorioc para rezar en su pequeña iglesia del siglo XIV. El monasterio de piedra, con un pequeño cementerio en el que reposan los restos de otras monjas que vivieron allí, está enclavado en la ladera de una montaña con una ligera copa de nieve en su cima, a unos 2 kilómetros del municipio de Istok. Una zona fría pero verde entre un manto marrón de arboleda perenne. La imagen se completa con el rostro de un soldado extremeño, el perfil de un vehículo militar BMR y las alambradas que rodean el pequeño recinto, en apariencia idílico y totalmente inofensivo.

El monasterio serbio de Gorioc pertenece a la iglesia católica ortodoxa y desde 1999 es custodiado día y noche por las tropas españoles, de forma que se ha convertido en el tercer asentamiento español en Istok. Desde principios de febrero y hasta el próximo mes de julio esta responsabilidad recae en una compañía del Regimiento de Infantería Castilla 16 de la base General Menacho de Bótoa, unas tropas actualmente integradas en la Agrupación Extremadura. El sistema es sencillo. Los pelotones --integrados por seis soldados y un sargento-- hacen turnos de 24 horas y se rotan diariamente. Su objetivo, proteger a las cinco monjas que viven en este pequeño monasterio de posibles ataques albaneses. Este monasterio es zona segura, zona castúa.

Custodia extremeña

La madre superiora es la hermana Antusa, que, como el resto de la pequeña congregación, viste sus hábitos totalmente negros de pies a cabeza. De mirada firme y decidida, esta monja serbia asegura a EL PERIODICO EXTREMADURA que en estos momentos el monasterio tiene todo lo que necesita excepto "libertad de movimiento". Y es que la zona está continuamente custodiada por las tropas extremeñas y tanto el acceso como la salida están fuertemente restringidos por motivos de seguridad.

Para bajar a Istok, donde en torno al 95% de la población es de origen albanés, necesita escolta, y aún así "me insultan y gritan cuando salgo". Ella habla albanés, algo no habitual entre los serbios, y bromea asegurando que en realidad lo que ocurre es algo sorprendente: "Son los albaneses los que me tienen miedo, y por eso llevo escolta, para protegerles de mí". En un tono más serio se muestra convencida de que el futuro de Kosovo "está en manos de Dios" y recalca que ella no tiene ningún problema con los albaneses, que está dispuesta a convivir con ellos en paz y armonía... pero algo en su gesto, en la dureza de su voz y de su mirada, aconseja poner en duda esta tajante afirmación.

El monasterio actual fue construido en el siglo XIV por un rey serbio que fue declarado santo y está dedicado a San Nicolás. Bajo ese mismo lugar están los cimientos de una iglesia anterior, datada en el siglo VIII y que honraba a San Jorge. Desde entonces siempre ha estado ocupada por religiosos, aunque nunca en un gran número, y ni siquiera durante la reciente guerra de los Balcanes fue abandonada. Ni siquiera cuando los albaneses fueron los que tomaron la iniciativa, debido, explica la hermana Antusa, a la rapidez con la que les ayudaron los primeros militares españoles que llegaron.

De lo que fue el interior del monasterio en el siglo XIV queda muy poco, aunque milagrosamente el exterior parece haber sobrevivido a todos los conflictos de los últimos años. De hecho, hace años se perdieron los frescos bizantinos originales y tampoco se conserva gran cosa de la iconografía original. A cambio, detalla Antusa, las diferentes represiones sufridas por los cristianos ortodoxos en Kosovo --"primero fueron los albaneses y luego de forma conjunta con los comunistas en la Segunda Guerra Mundial"-- han permitido que durante sus continuas huídas los religiosos fuesen depositando en Gorioc nuevos iconos procedentes de iglesias destruidas por un odio religioso que a día de hoy tiene un cariz mucho más étnico. Este detalle no es sorprendente si se tiene en cuenta que aunque la mayoría de los albanokosovares son musulmanes, muchos no son practicantes y confiesan que por sus venas corre "sangre cristiana" porque sus abuelos y bisabuelos eran cristianos.

Por lo que se refiere a la labor que desarrolla el destacamento español en su protección, y actualmente la Agrupación Extremadura, a la hora de abordar este tema el brillo vuelve a sus claros ojo. "Cuando alguien nos pregunta quién nos protege decimos siempre que los españoles, no militares españoles, sólo españoles", presume la hermana. Su admiración y cariño por los españoles es intenso.

"Por todo lo que han hecho los españoles por nosotros, que Dios les ayude", declama para añadir: "Se lo pido a Dios porque nosotros no sabemos cómo podemos compensar la deuda que tenemos con ellos".