Lo que está ocurriendo en los últimos meses con el sector inmobiliario y la venta de suelo urbano y rústico, con la ralentización en las subidas de precios e incluso con las primeras bajadas, no es nada nuevo. O al menos en otra actividad muy próxima a este campo mercantil, el del traspaso de tierra agrícola. El Ministerio de Medio Ambiente y Medio Marino y Rural --que integra al antiguo Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación--, acaba de publicar los resultados de su Encuesta de precios de la tierra , un trabajo anual con el que se pretende analizar las tendencias en la compra-venta de suelo destinado a uso agrario. Y el resultado de su última edición, correspondiente al 2007, constata la desaceleración que arrastra este tipo de operaciones en la región desde el inicio de la presente década.

Comprar en Extremadura una hectárea de tierra para cultivar costaba el año pasado 4.538 euros de media, lo que supone 118 euros más que en el 2006 pero también menos de la mitad de lo que puede valer prácticamente en cualquier otro punto de España. De hecho, el precio de este tipo de terrenos es el más bajo del país, lejos de los 32.000 euros que puede suponer esa misma hectárea en Valencia o los casi 80.000 euros que puede valer en las Islas Canarias.

Por tanto, en el último año, los precios en la región apenas han subido un 2,7%, uno de los incrementos más bajos de esta década. Pero es que además, esa leve tendencia alcista contrasta con tres situaciones bien diferentes: por un lado, el aumento experimentado a nivel nacional, donde el coste de la tierra se ha disparado un 6,4%; por otro, que el dato regional está por debajo de la subida del IPC durante el 2007, que fue del 4,2%; y finalmente, la tendencia inflacionista que el suelo agrícola experimentaba a finales de los años noventa, cuando las hectáreas se encarecían más de un 10% de una campaña a otra.

¿Los motivos?

Pero, ¿qué está ocurriendo para que se produzca esta desaceleración en el campo? Las organizaciones agrarias, por ejemplo, no encuentran más respuesta que la propia tendencia del mercado. Es decir, que la demanda no es muy alta, la oferta tampoco es desmesurada y por ello los precios solo experimentan cambios ligeros.

Eso sí, adquirir una hectárea de uso agrícola resulta hoy el doble de caro que 10 años antes (en 1997 el precio medio en euros era 2.549 euros) y es cuatro veces mayor que hace un cuarto de siglo (en 1983 se podía adquirir por 1.137 euros, es decir, por unas 189.000 euros). Y además, hay que tener en cuenta que, en función del tipo de superficie, el precio varía ostensiblemente: mientras una hectárea de secano cuesta una media de 3.300 euros en Extremadura, una de regadío se eleva por encima de los 12.000 euros. Aunque siempre queda el consuelo de que comprar esa misma superficie en el resto de España resultaría algo o mucho más caro. Por ejemplo, una hectárea de regadío en Andalucía se dispara más allá de los 33.000 euros.