Como si se tratara de un crimen, los agentes de la Guardia Civil del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) levantaron los cuerpos y tomaron las muestras oportunas para su análisis. Como si fuese un laboratorio forense de la serie CSI , el Centro de Recuperación de Aves Los Hornos de Sierra de Fuentes ha realizado las necropsias de los 14 cadáveres. Como si su papel fuese el del Instituto Jeffersonian de la también serie de ficción Bones , el Laboratorio de Toxicología Animal de la Universidad de Extremadura está analizando las muestras biológicas enviadas por unos y por otros para aclarar las circunstancias de la muerte estas 14 aves, que han aparecido envenenadas en la localidad de Siruela. Aquí, en esta fase del proceso y en este centro universitario, situado en la Facultad de Veterinaria de Cáceres, se centra ahora mismo la investigación para esclarecer lo ocurrido.

El Grupo de Toxicología Animal de la Uex, que dirige el profesor Francisco Soler, trabaja desde el lunes por la tarde en el análisis de las muestras enviadas por el Seprona y el Centro de Recuperación Los Hornos. Tienen restos de los tres alimoches, cinco buitres negros, cuatro buitres leonados y dos ratoneros comunes hallados en una finca de Siruela con signos de envenenamiento. También tienen restos del cordero y de su placenta que el responsable confeso de esta acción --un ganadero de la zona que ya ha sido detenido-- utilizó como cebo.

Hoy el laboratorio ya tienen totalmente confirmado que la sustancia que provocó la muerte de las aves fue el carbofurano. Se trata de un producto fitosanitario muy utilizado en la agricultura como insecticida y nematicida. El carbofurano fue prohibido en el 2007 por la Unión Europea, dada su alta toxicidad, aunque su uso estuvo permitido en España hasta finales del 2008. "Por eso algunos agricultores aún pueden tener algún saco", explica Francisco Soler. Según su experiencia, constituye "uno de los tóxicos más potentes" y de los más frecuentes en este tipo de sucesos.

El aspecto del carbofurano es llamativo. Son unos microgránulos de menos de un milímetro y color azul. Pero no huelen ni tienen sabor. Su peligrosidad, en caso de ingerirlo, es máxima. Unas cuantas bolitas producen la muerte de un animal grande en unos pocos minutos. El laboratorio de Toxicología de la Uex se ha encontrado con rapaces envenenadas con esta sustancia que aún tenían el cebo entre sus garras al morir. "Un par de picotazos habían provocado una muerte casi instantánea", apunta el profesor de Veterinaria.

100 casos anuales

Este laboratorio viene trabajando desde el 2002 con la Junta de Extremadura y el Seprona para resolver presuntos casos de envenenamiento de animales salvajes. Su función es la de analizar las muestras, determinar la sustancia utilizada como tóxico y realizar un informe pericial de cara al procedimiento judicial que se pueda abrir. En los últimos meses del 2009, Francisco Soler ha participado en cuatro juicios como perito. A lo largo de su trayectoria profesional son decenas. "Cada año tenemos en torno a 100 casos en los que nos piden nuestra participación", precisa. En torno al 80% son por envenenamiento de fauna silvestre, sobre todo aves rapaces y carroñeras; el resto son intoxicaciones de animales domésticos o de granja.

La mayor parte de estos episodios proceden de Extremadura, pero no todos. Este laboratorio de Toxicología es una referencia a nivel nacional. De hecho, apenas existen tres más de este tipo en toda España: uno en la facultad de veterinaria de Murcia, otro del Centro de Recursos Cinegéticos de Ciudad Real y un tercero en Málaga, el Centro de Análisis y Diagnóstico de fauna silvestre, que cuenta con el asesoramiento de la Uex y personal formado en la facultad cacereña. Madrid, País Vasco, Cataluña, Cantabria, Valencia... las muestras llegan a Francisco Soler y su equipo (dos profesores titulares más y cuatro investigadores) desde toda la geografía nacional. Incluso han participado en la formación de agentes del Medio Natural y del Seprona, y de investigadores de Croacia, Rumanía o Bulgaria. También hay comunidades autónomas interesadas en contar con sus servicios de forma continuada.

La tecnología es vital para su trabajo. Cuentan con equipos de última generación que permiten descomponer las muestras en busca de sustancias tóxicas. "Funciona como el lector de huellas digitales. La máquina identifica los componentes de la sustancia y las compara con una base de datos. Inmediatamente la reconoce", explica el profesor Soler mientras realiza una demostración con algunas de las muestras de alimoches de Siruela que les ha remitido el Seprona. Aunque no todo es tan fácil. El 40% de los casos no se pueden confirmar. Se trata de animales no envenenados o, sobre todo, falsos positivos: "este tipo de tóxicos se degrada y desaparece del organismo con cierta rapidez; muchas veces, cuando nos llega la muestra, ya no quedan restos de la sustancia". En otras ocasiones, el estado de descomposición del animal es tan avanzado que ni siquiera queda tejido orgánico para analizar. Porque aquí, con el veneno, a diferencia de la serie Bones , los huesos no revelan nada.