Desde el primer minuto fue una desaparición extraña. ¿Quién se va de casa voluntariamente sin móvil ni dinero y deja la tele puesta y las luces encendidas? Eso es lo que ocurrió la madrugada del 5 de julio del 2016, la noche de un lunes a un martes. Nadie era consciente, pero ese día la historia de Manuela Chavero se coló en la vida de todos hace más de cuatro años.

Su hermano fue el primero en percatarse de que algo le pasaba a Manoli, como era conocida en la localidad. No le cogía el teléfono ni estaba en casa aquella mañana del 5 de septiembre. La casa estaba vacía e intacta. Las llaves y el móvil sobre la mesa y la ropa del día anterior encima la cama. Manuela no estaba en casa, pero su familia ya sabía entonces que no se había ido voluntariamente. Denunció la desaparición y comenzó la búsqueda de una mujer de 42 años, pelo rizado castaño con mechas rubias, complexión delgada, 1,60 de altura, posiblemente en pijama… Estaba divorciada y era madre de dos hijos de 6 y 14 años entonces que se encontraban con el padre aquel día de la desaparición y

El jueves de esa misma semana, apenas dos días después, se llevó a cabo la primera batida para dar con el paradero de Manuela por el entorno de Monesterio. El pueblo se echó a la calle por primera vez. Tras dos días de investigaciones internas por parte de los equipos de la Guardia Civil, aquel jueves 7 de julio se formaron los primeros grupos de voluntarios y comenzaron las batidas por el extrarradio de la localidad. Los rastreos se realizaron en cinco zonas próximas al domicilio de la desaparecida en un radio de hasta unos tres kilómetros, incluido la zona del río Viar con un equipo canino de la Guardia Civil. Fueron cuatro horas de búsqueda por caminos, matorrales, cauces de arroyos y barrancos, pozos, casas de campo… que acabaron sin resultados, pero con nuevas convocatorias para continuar con la búsqueda. Dos horas después de terminar la primera batida, comenzó la segunda esa misma tarde, por las inmediaciones del pantano de Tentudía, a unos siete kilómetros de Monesterio. Pero de nuevo sin resultados. “No hay nada que apunte en una dirección concreta, se está trabajando sobre todo para localizar a esta señora”, apuntaba la subdelegada del Gobierno en Badajoz, Pilar Nogales, en esos momentos.

Un caso de “alto riesgo”

Desde aquel día, nunca se ha dejado de buscar a Manoli. Se descartó la huida voluntaria y se califico el caso como “complejo”, “delicado” y “de alto riesgo”. Decenas de batidas por tierra, aire y agua (se inspeccionó el pantano de Tentudía), registros, homenajes, concentraciones… Y un gran cartel con su rostro, que ha tenido que cambiarse hasta en tres ocasiones en estos largos cuatro años. Ni los investigadores ni sus vecinos han cesado en este tiempo para acabar con la incertidumbre. Los agentes de la Guardia Civil han tomado declaración a alrededor de un centenar de personas, entre ellos al propio detenido, al que llevaba meses siguiendo la pista después de comprobar que su coartada no era cierta. Dijo que la noche de la desaparición de Manuela se encontraba en la playa, pero no era así. Y ahí empezaron las sospechas. Dicen que incluso pintó y cambió la tapicería de su vehículo poco después de la desaparición de Manuela.

Con el cerco cada vez más estrecho, los agentes de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil organizaron a finales de agosto un nuevo registro en la vivienda de Manuela Chavero, a pocos metros del sospechoso. Mostraron un gran despliegue para intentar reconstruir los últimos pasos de Manoli en la calle Cerezo, a la que anoche volvieron para cerrar el caso definitivamente.