Pocos besos y abrazos pudo recibir Santiago Castellano Martín para los que se merecía el día que sopló las cien velas. El pasado 29 de noviembre llegó al centenario y solos aquellos que conforman su grupo de convivencia en los pisos tutelados Mª Ángeles Bujanda de Losar de la Vera pudieron arrimarse a él. «Vino mi familia (tiene cinco hijos, 13 nietos y 16 bisnietos) pero solo pudimos vernos y hablar de lejos. Es lo que más duele, pero con el virus no podemos arrimarnos», cuenta a través del teléfono.

Nació en 1920 en Losar y tras pasar parte de su infancia en Francia, volvió a la Vera con 13 años. Allí hizo su vida y trabajó en la agricultura hasta que a finales de los 50 comenzó la construcción del embalse de Valdecañas. «Durante 14 años fui el encargado de una finca de regadío que se llamaba Guadalperal, entre El Gordo y Peraleda de la Mata, hasta que vino el pantano y nos tuvimos que ir de allí». Tras encargarse de otras fincas próximas, se marchó a Madrid, donde vive parte de su familia, pero después de morir su esposa quiso regresar a su pueblo. «Todavía me manejo bien aunque estoy un poco más torpe que antes; claro, es que los cien años ya pesan», dice. ¿El secreto para alcanzar esa edad? «No todos llegan, verdad. Pues qué se yo, he procurado cuidarme, no abusar de muchas cosas y he llevado una vida normal, trabajando en el campo».

La pandemia le impidió tener la celebración que merece, pero no le faltaron sorpresas. «Lo celebramos con mucha ilusión, primero con los residentes y luego con su familia, con una visita rápida de algunos de sus hijos y nietos desde la distancia sin besos ni abrazos. Pero se emocionó mucho porque le hicieron un vídeo muy bonito y una placa homenaje», cuenta la directora de este centro de mayores, Pilar Acevedo.

«Una fortaleza impresionante»

El cumpleaños de este extremeño fue especial no solo por alcanzar el centenario, sino también porque lo hace después de superar el covid-19 con 99 años. «Tuvimos un foco en marzo y él fue de los primeros en contagiarse. Estuvo muy malito ingresado en el hospital de Navalmoral y aislado casi dos meses, pero consiguió superarlo y está muy bien. Tiene una fortaleza impresionante», cuenta la directora de este centro, al que la crisis sanitaria le pilló en plena remodelación para pasar a ser residencia porque la mayoría de sus residentes ya sí necesitan ayuda. ¿Ha tenido algo que ver el confinamiento? «Sí, sin duda, aunque es impresionante la capacidad de adaptación que tienen porque ha sido una locura. De un día para otro nos empezaron a ver a todos tapados de arriba a abajo, aislados en sus cuartos... Se han adaptado fenomenal, aunque con mucho miedo por el desconocimiento. Estar encerrados es lo más difícil para ellos y no poder estar cerca de su familia, porque los mayores lo que más necesitan es cariño, hablar con sus familiares, un abrazo, un beso y eso llevan desde marzo sin tenerlo».

La suerte, cuenta Acevedo, es que tras ese primer foco de covid-19, que causó la muerte a una residente, la segunda oleada no ha llegado a los pisos tutelados de Losar de la Vera. «Estamos trabajando con mucha precaución y cuidado, pero está siendo duro».