La OMS señala que a partir de 55 decibelios, y más si el ruido es constante, el impacto sobre la salud es evidente, con malestar, dificultades para la concentración o imposibilidad para conciliar el sueño.

Si el ruido supera los 65 decibelios aumenta notablemente la irritabilidad y se hace difícil mantener una conversación.

En el caso de que se superen los 75 decibelios, a los efectos anteriores se agrega daños al oído que producen efectos a medio y largo plazo.

55 decibelios equivaldrían al ruido en una calle animada, 65 decibelios a un aspirador y 75 decibelios a un camión de la basura.