Primavera difícil para los alérgicos, y no solo por la alta concentración de polen. Algunos de los fármacos más comunes que se recetan para tratar estas patologías forman parte de la extensa lista de medicinas que escasean en las farmacias extremeñas ante el problema de desabastecimiento que afecta a toda España. Es el caso por ejemplo del pulverizador nasal Avamys o el colirio ocular Tebarat, solicitados sin éxito en las boticas de la región más de 200 veces en la última semana. Tampoco hay existencias de los inhaladores Spiromax y Terbasmin, uno de los fármacos más recetados en nuestro país contra la alergia por su fácil uso, que lo hace ideal para los niños, y que al igual que el anterior no se puede sustituir por ningún genérico.

Tratamientos contra los problemas del corazón, la tensión o la circulación; broncodilatadores; antidepresivos y otras medicinas tan comunes como el Dalsy de 20 mg/ml (el que se suministra a los bebés menores de un año), Espidifen, Nolotil, Urbason e incluso un simple paracetamol también son difíciles de encontrar. Todos forman parte de una lista elaborada por el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Badajoz, que en la última semana notifica la falta de suministro de 443 fármacos en la región, una decena de ellos sin sustitutos actuales en el mercado ni equivalentes genéricos.

SUSTITUCIÓN / ¿Y qué se hace en estos casos? Según el presidente del Colegio de Farmacéuticos, Cecilio Venegas, si la oficina no dispone del medicamento recetado el farmacéutico lo cambia por otro similar. El problema viene cuando ese medicamento no tiene sustituto, que es lo que ocurre con la mayoría de broncodilatadores y algunos antihistamínicos por su dosis y formato. Entonces, el paciente no tiene más remedio que volver a la consulta del médico para que le cambie el tratamiento con las consiguientes molestias que esto conlleva, máxime si quien ha recetado es el especialista.

Esta falta de suministro no es nueva (según Venegas 2018 ha sido el peor año y ahora la situación está «estable») y tampoco se puede explicar en un solo motivo, aunque el económico y la crisis están entre los fundamentales. En España existe un sistema de precios de referencia para los medicamentos que fija el Gobierno y que sitúa el coste de los fármacos entre los más baratos de toda Europa. A la industria no le interesa sacar al mercado ciertas presentaciones a esos precios y se defiende poniendo algunos lotes de vez en cuando, pero envía el grueso de su producción a países como Reino Unido o Alemania, donde estos mismos fármacos pueden ser «hasta ocho veces más caros», según explica Cecilia Barra, presidenta de la Asociación Profesional de Empresarios Farmacéuticos de Cáceres (Apefc). Barra regenta una oficina de farmacia en Ibahernando y asegura que en sus 30 años de servicio nunca ha visto un escenario de desabastecimiento «tan brutal» como el actual. «El Gobierno tiene que sentarse a hablar con Farmaindustria porque a este ritmo llegaremos al colapso de las farmacias», afirma.

Barra incide en que en las boticas faltan medicamentos «de primera necesidad» y que en algunos casos son insustituibles como la Cafinitrina, una pastilla que se coloca debajo de la lengua y que «salva vidas» en caso de anginas de pecho o infartos. «El problema es muy grave y es imprescindible darle una solución porque nos estamos jugando la salud», apunta. Según la presidenta de Apefc, parte del problema se debe a la Administración central porque «no puede haber una bajada del precio de los medicamentos todos los meses».

Como ejemplo cita el caso del omeprazol, que hace años podía costar hasta 7.000 pesetas y ahora se adquiere por dos euros. En este escenario, Barra insta al Gobierno a negociar y aunque reconoce que subir los precios tendría una repercusión también en el usuario, entiende que es preferible «pagar un 10% más que no curarse».