En julio del 2015 una de las novillas de Claudio Cintero dio resultado positivo en la prueba de la tuberculosis... Así empieza la historia de este ganadero de Miajadas al que desde ese momento la actividad se le empezó a complicar en la misma proporción en la que aumentaban los gastos: más análisis y la cabaña paralizada --aún no se había autorizado moverlos a cebaderos-- fueron las consecuencias iniciales. "Además con el positivo perdí la calificación sanitaria y con ello se rompió el sistema de precios que tenía", recuerda. Por tanto, pagaban menos por la carne, las indemnizaciones eran escasas --"unos 800 euros frente a los 1.300 que puede suponer un animal"-- pero sus gastos subían porque debía asumir mantener a terneros que habían perdido a sus madres, infectadas, con 20 días. "Es muy complicado sacarlos adelante y es fácil que mueran", dice y lamenta que entonces "faltó mucha sensibilización".