Quienes no la conozcan, pensarán que ella es una de tantas otras. Pero, para mí, es única. Seguro que ustedes tuvieron o tienen otra de la que piensan lo mismo que yo: que como ella no hay dos, que es la mejor de entre las de su categoría, que es irrepetible y, sobre todo, insustituible.

La mujer de la que hoy escribo pisó esta tierra antes que el que firma. Cuando yo era insignificante y pasaba desapercibido para casi todos, fue quien me cobijó. Me acogió en su seno, me hospedó en su regazo, me dio todo lo que necesitaba. Cuando aún no era capaz de valerme por mí mismo, cuando la autosuficiencia era un camino inhóspito, ella no me dejó solo ni un instante. Anduve a su lado un buen puñado de años, y, lo sigo haciendo, y lo seguiré haciendo... Da igual la edad que tenga. Con mis veintitantos, siento que la necesito como con los diecitantos o como cuando contaba con un solo dígito. De distinta manera, porque uno va ganando en autonomía. Pero de la autonomía a soltar el anclaje emocional, ese cordón que une un corazón a otro, hay un trecho.

Ella es la que nunca falla, la que no huye cuando vienen mal dadas, la que, cuando el viento sopla fuerte, no se esconde ni arredra, sino que se yergue y aguanta. Ella es fuerte, pero tierna, justa y equitativa, firme y flexible. Ella es la sonrisa, la risa, la carcajada y el hombro que se empapa de las lágrimas de los demás. Ella es la que marca el pulso cuando se pierde el paso. La que emana esperanza e ilusión. La que transmite ánimo y aliento. Paciente, comprensiva y cariñosa. Brazo fuerte y caricia amable. Ella es la única psicóloga, maestra, vidente, economista, cocinera, abogada, costurera, enfermera, ingeniera, super-heroína, pediatra- que no cobra nada por desempeñar estos trabajos. La que ejerce las 24 horas de los 7 días de la semana, todas las semanas del mes y todos los meses de años y años, de décadas y décadas. La que no se cansa ni pierde el rumbo. La que nunca abandona. La que conforta con besos y abrazos. La que pasa las noches en vela, la que deja todo por los demás, la que antepone siempre lo tuyo a lo suyo.

Mañana, domingo 5 de Mayo, se celebra en toda España el día de ella y de otras muchas como ella. Yo a la que mejor conozco es a ella, a la mía. Y escribo pensando en ella. Aunque espero que muchos de ustedes vean reflejadas a las suyas en estas líneas, y que adopten este homenaje como propio. Porque ustedes, como yo, saben que ellas merecen mucho más que un día o un regalo, que nos faltarían días en el año para darles gracias por todo lo que han hecho, hacen y harán por nosotros, por ser como son y por estar siempre ahí. Pero como no todos los días se les agradece lo suficiente, este 5 de Mayo hay una oportunidad de hacerlo de modo especial. Como ven, yo empecé un día antes. Les confieso que lo hice para poder escribir un mensaje para ella desde estas páginas: "Te quiero, mamá. ¡Feliz día de la Madre!"