Diego Fernández lleva varios años dando clases en distintos institutos de la región. Su experiencia en este sentido le avala para asegurar que el actual sistema educativo tiene carencias.

--Recientemente se han conocido datos que reflejan que el fracaso escolar supera el 30% en Extremadura. ¿A qué puede ser debido este alto índice?

--Yo diría que ese porcentaje en realidad puede ser aún más elevado y, por otra parte, el fracaso escolar es algo que ha existido siempre. A mi juicio, partiendo siempre de mi experiencia, el fracaso en la enseñanza secundaria se debe a varios factores: el primero sería la notable diferencia de planteamientos metodológicos y de mentalidad del profesorado que existe entre la enseñanza primaria y la secundaria. El alumno acusa ese cambio, sobre todo en lo que se refiere a métodos de trabajo, algo que unido a que ahora los estudiantes acceden a los institutos más jóvenes puede suponer una merma del rendimiento.

--¿Cree que la actual ley educativa es la más adecuada?

--No creo que deba achacarse el fracaso a una ley educativa concreta, aunque creo que es necesario no pasar por alto un hecho evidente: prolongar la edad escolar hasta los 16 años ha sido, sin duda, un flagrante error de planteamiento. En los centros de educación secundaria nos encontramos con alumnos que se niegan a trabajar lo más mínimo. Han abandonado, ya desde primero de ESO todo interés y preocupación por los estudios. Este problema se agrava cuando no sólo no trabajan sino que no permiten trabajar ni a los demás compañeros ni al propio profesor.

--¿La conflictividad en las aulas también puede afectar?

--Sin duda alguna. Y ese es el gran problema con el que un profesor de secundaria debe pelear en el día a día. Hemos llegado a un punto extremo de gravedad en el cual los centros de educación se han convertido, en gran medida, en meras guarderías de adolescentes, cuando no en campos de batalla, y en los que un profesor, más que enseñar, se dedica la mayor parte de la clase a intentar poner orden y a llamar la atención a alumnos irrespetuosos, insolentes, sin noción de respeto alguno. En muchos casos, el profesor no tiene más remedio que sufrir enfrentamientos diarios con esta clase de alumnos, con lo cual todo planteamiento teórico docente queda abortado en la práctica.

--¿El profesorado tiene culpa?

En secundaria, la diferente mentalidad del profesorado hace que tal vez haya menos atención personalizada y una relajación en la motivación, que puede dar lugar al fracaso.