Todos sabían cómo preparar una habitación o limpiar una alfombra. Incluso interpretar los datos de PH del agua o cómo llevar correctamente una bandeja. Esa era la parte fácil de la prueba a la que se enfrentaron ayer los miles de opositores extremeños que aspiran a hacerse con una de las 219 plazas de camarero-limpiador que ha ofertado la Junta este año. El problema era previo: el examen tipo test con el que se iniciaba la oposición. "Muy difícil", se repetía en los pasillos.

La Administración regional tenía que establecer algún tipo de cortapisas. Había 18.000 inscritos a esta oposición y solo se ofertaban dos centenares de plazas. Por eso el ejercicio inicial, el test de 70 preguntas, fue árido. "El problema está sobre todo en la redacción de las respuestas. Te dan cuatro a elegir en cada pregunta, pero las planteadas de forma tan enrevesada que a veces ni se entienden", se quejaba Laura Domínguez ayer en el campus universitario de Cáceres --una de las cinco sedes de estas pruebas, junto a Badajoz, Plasencia, Don Benito y Mérida--. Su hermana, Gloria, que en la anterior convocatoria logró una plaza para trabajar en complejo psiquiátrico de Cáceres, estaba más irritada: "no es coherente que nos exijan solo certificado de estudios primarios y Graduado y luego planteen ejercicios para técnicos superiores. Que lo digan y no me presento".

El enfado de unos y la resignación de otros casaba con el frío de la jornada. Frío (y lluvia) en lo meteorológico, y también en el ambiente. Nada de las habituales aglomeraciones. En las principales sedes (Cáceres y Badajoz), apenas se presentaron la mitad de los 18.000 inscritos. Y tras el test, quedaban la mitad. En el aula 5 de la Politécnica, por ejemplo, debían examinarse 69 opositores. A la primera prueba solo se presentaron 38. A la segunda, la de las preguntas de aplicación práctica, únicamente una quincena. "Y de ellos apenas habrán aprobado el test cuatro o cinco", apuntaba Laura Domínguez.

La climatología, la reducida oferta de plazas, la dureza de las anteriores oposiciones celebradas, la falta de preparación: todos esos factores explican, según los delegados sindicales que vigilaban el proceso, el bajo porcentaje de asistencia a las pruebas. "Había que intentarlo", comentaba Antonio Galán, cartero de 29 años. "No nos ha parecido muy difícil, porque no han preguntado mucha legislación, pero tampoco lo habíamos preparado demasiado", añadía su compañero Roberto, que también se apellida Galán y que se dedica a la construcción. Los dos, como el resto, buscaban una plaza fija. Solo un puñado la conseguirá.