A una decena de metros de los restos de la fábrica, Juan Antonio Carrasco, propietario de Indesur, contemplaba entre una nube asfixiante con olor a aceite y plástico quemados la desolación que ha dejado el incendio en una empresa levantada con el esfuerzo de cuatro generaciones. Apenas pudo articular palabra ni contener el llanto. "Todo se ha perdido", fue lo que alcanzó a decir antes de que se le quebrase la voz.

Conmocionado, no pudo precisar ni la cantidad de aceite que se ha destruido ni el volumen de pérdidas. Tras un último vistazo a lo que parecía el efecto de un bombardeo, se alejó. A su espalda quedaba como único elemento que había resistido el embate del fuego la fachada de una de las naves y un pequeño tramo de ésta, de poco más de tres metros, que alberga las oficinas. Apenas un decorado de lo que hasta el viernes era una de las mayores envasadoras de aceite del país.

Mientras, los trabajadores, igualmente desolados --algunos entraron en Indesur con sólo 16 años, y ya han cumplido los 60-- acordaban presentarse hoy a primera hora para ofrecer a Carrasco toda la ayuda que ellos puedan prestar para recuperar su fábrica. A un grupo de ellos la Guardia Civil les permitía durante unos minutos entrar en las oficinas para rescatar documentos y equipos informáticos, lo único que se libró de las llamas.

Toda la zona estaba cubierta por un lodo formado por aceite y tierra, por el que vecinos transitaban para comprobar, desafiando los 40º de temperatura y el olor, la destrucción.

La alcaldesa, Francisca Rosa, acudía de nuevo para interesarse por la situación, y mostraba su pesar por el "futuro incierto" de los 60 trabajadores. Rosa señalaba que el ayuntamiento ha concertado una cita con los responsables de la empresa "para ofrecerles todo el apoyo que esté en nuestra mano".

Pero sabe que no será suficiente, por lo que confía en que el resto de administraciones "con muchos más recursos que nosotros", también arrimen el hombro.

Mientras, cerca de las ruinas, el jefe de bomberos, Manuel Galván, aseguraba que en sus 18 años en este oficio "nunca había visto un incendio tan virulento y peligroso".