Falta preguntarse cuál es la receta mágica que proporciona tantos años de vida. María Antonia lo resume así de sencillo: "comer todo natural y no depender nunca de nadie". Esa ha sido, a grandes rasgos, su filosofía de vida. El Marchena jamás ha conocido y conocerá una sociedad acelerada y extrujada por el tiempo y los horarios. Como la actual. Sus piernas ha sido siempre las agujas que han marcado el reloj de su vida. Heredó las tierras de su padre y trabajó siempre en el campo. "No tenía horarios. Era autónomo y no dependía de ningún jefe. Aunque era muy constante, podía dejar de trabajar en cualquier momento para dedicar su tiempo a otras cosas. Amaba a su familia, pero tenía su propio tiempo. Era raro el día que no se iba al casino, el bar o la bodega. Le gustaba pasarlo bien". Dueño de su tiempo y amante de la libertad. No necesitaba hacer deporte para estar en forma. "Su deporte era andar. Sin parar. Calmaba los nervios y su temperamento dando una vuelta. Era inquieto y activo. Muy activo".

En cuanto a la alimentación, nada mejor que la que proporciona la madre naturaleza. Bienvenida era un pueblo de matanzas. En su vida no faltaron los cerdos para una buena carne, las cabritas para tener leche diaria o el huerto que cuidaba para tener habitualmente tomates, lechugas y patatas. El agua, siempre del pozo. Todo natural. ¿Y ahora? "Ahora como de todo", interrumpe el Marchena. Sus hijas lo levantan a las once, pero antes lo despiertan para desayunar unas magdalenas con leche. Luego, al salir de la cama, un actimel. Para almorzar combina el guiso y la carne; un yogur de merienda y cereales con leche para cenar. Todo triuturado, claro está, pues desde hace cuarenta años no tiene dientes. "No quiso ponerse dentadura a los 70 y ahora míralo, casi sin encías". Desgastadas por el tiempo.

El último de sus grandes secretos lo esconde su personalidad. "Su forma de ser y de afrontar la vida". A Marchena le dibuja un semblante sereno y pacífico. "A pesar de lo de Marruecos, luego las otras guerras no le tocaron. Y eso hace mucho. No ha tenido enfrentamientos de familia y en el pueblo siempre le han adorado", dice María Antonia. "A mí siempre me ha querido todo el mundo", se arranca nuestro abuelo. "Y ahora esta es la casa de todos. Están ustedes a venir cuando quieran", repite en múltiples ocasiones. Un tipo sociable y entrañable que, pese a su edad, sigue recibiendo visitas diariamente. Durante las dos horas de charla, un par de vecinas y su nuera vienen a verle. Lástima que un día decidiera, por sí mismo, tirar su libro de familia y muchas fotografías antiguas. "¡Estaban muy viejas!", exclama. Prefiere seguir viviendo.