Una denuncia cada ocho horas o, lo que es lo mismo, tres por día. Estos son, en lo que atañe a Extremadura, los datos dados a conocer ayer del primer informe del Observatorio sobre Violencia Doméstica del Consejo General del Poder Judicial.

Sea porque esta forma de terrorismo en el hogar crece, circunstancia que podría sustentarse en las páginas de sucesos de los periódicos, que día sí y día también sobresaltan con nuevas muertes, o porque, como se dice desde otros foros, las mujeres --principales víctimas del maltrato, aunque sin olvidar a los hijos, que también lo padecen de manera directa o indirecta-- están tomando conciencia de que soportar golpes, insultos o humillaciones es morir en vida, y dan con más frecuencia el paso de denunciar, el caso es que la cifra sigue aumentando.

Y las cifras, en frío, dicen que en Extremadura hubo 1.179 denuncias el pasado año, y que más del 90% fueron después ratificadas por las víctimas, lo que permitió seguir con el procedimiento contra el agresor.

En toda España, el número de denuncias superó las 76.000, de las que se mantuvieron el 87%.

La estadística del CGPJ apunta también que Extremadura, sólo por encima de País Vasco, Navarra y Aragón, es la región con menos demandas por maltrato por mil habitantes, con 0,99, frente al 1,55 de media nacional.

En cualquier caso, y se tomen como se tomen los datos, la realidad es que el problema sigue ahí, y no es una cuestión privada, sino un síntoma claro de una enfermedad que afecta a toda la sociedad.