Una planta y un molusco centran la vigilancia sobre las especies invasoras en la región. El camalote es la que más preocupa a los expertos en invasoras y el mejillón cebra el que más desvelos ocasiona a pesar de no haberse detectado aún en Extremadura. De hecho hace diez años que se lucha para erradicar al primero y hace seis años que se trabaja de forma muy intensa para evitar la entrada de este molusco que ha causado ya desastres en otras zonas de España, invadiendo canales de riego que han derivado en daños irreversibles en la agricultura. "El agua de riego es para algo que nos comemos y por tanto los tratamientos que se pueden hacer en los canales no pueden contener productos químicos, porque plantea un problema de salud pública", afirma María Jesús Palacios, directora del Proyecto Invasep. Con él la Junta de Extremadura coordina los esfuerzos en la vigilancia contra este problema medioambiental (pueden alterar el equilibrio y desplazar a especies autóctonas), económico (generan perjuicios muy graves) y sanitario (pueden propagar enfermedades). Solo en la lucha contra el camalote, la Confederación Hidrográfica del Guadiana ha invertido más de 24 millones de euros.

La Ley 42/2007, de 13 de diciembre, del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad, define una Especie Exótica Invasora como "aquella que se introduce o establece en un ecosistema o hábitat natural o seminatural y que es un agente de cambio y amenaza para la diversidad biológica nativa, ya sea por su comportamiento invasor, o por el riesgo de contaminación genética" y regula el catálogo español, que incluye 192 especies.

Todas se vigilan en Extremadura, pero no significa que todas estén. El proyecto extremeño de control de especies invasoras sigue una treintena de especies sobre las que hacen continuos trabajos de alerta. Entre ellas están el visón americano, la almeja asiática, el picudo rojo, la cotorra argentina, el ganso del Nilo --ya detectadas en Extremadura-- o bien del mejillón cebra, el avispón asiático, el mapache o el caracol manzana, que no están pero su presencia puede ocasionar un desastre ecológico.

Problema de salud

El daño económico o sobre los ecosistemas no son los únicos motivos de alerta. El mosquito tigre, por ejemplo, está bajo vigilancia, no porque exista una amenaza real en la región, sino por las consecuencias de salud pública que su picadura puede ocasionar. De hecho el año pasado hubo varios encuentros con el personal de Medio Ambiente y de Salud Pública, en centros de salud y hospitales, para explicar la sintomatología y que los médicos intervenir. En el caso del reciente virus Zika está también coordinada la alerta con Salud Pública, aunque por el momento la posibilidad de que el mosquito que lo origina llegue a Extremadura es aún más remota. "No tiene por qué venir", asegura Palacios.

Uno de los problemas para hacer frente a las invasoras es que cuando se detectan es demasiado tarde. "De donde te dan la alerta, si es algo puntual, se puede conseguir erradicar una especie", dice la experta de Medio Ambiente. Pero eso no garantiza que no vuelva a aparecer y es probable lo haga. "Ha pasado con la cotorra argentina, con el picudo rojo o con la tortuga de florida", recuerda. El proyecto europeo que coordina comenzó en 2012 y finaliza este año (el presupuesto era de 2,3 millones) aunque ya se ha autorizado una prórroga de un año --"quedan fondos y mucho por hacer", dice Palacios-- para seguir trabajando mientras paralelamente se buscan nuevas fuentes de financiación.