No, ni mucho menos son unas recién llegadas y sí ejemplo vivo de la cantidad de techos de cristal que existen aún para la mujer. Maruja Álvez y Consuelo Sánchez son la cara visible del 0,3% de las cooperativas agroganaderas de Extremadura, la excepción a la norma, las dos únicas mujeres que presiden una de estas organizaciones en la región en el año 2018, según los datos de Cooperativas Agroalimentarias de Extremadura.

«He vivido siempre en un mundo de hombres. Nunca he tenido problemas, pero es cierto que tienes que darte a respetar», dice Maruja Álvez, presidenta de la cooperativa La Encina (Palazuelo), vocal en la Mesa Extremeña del Arroz y secretaria de Extremeña de Arroces. A sus 71 años.

Titulada como perito mercantil, ha pasado más de cuatro décadas al frente de la explotación familar y pronto logró abrirse hueco en los centros de toma de decisiones: antes de presidir la cooperativa fue interventora durante ocho años («llevaba las cuentas al dedillo y les explicaba los balances a los socios», dice) y también presidió la segunda colectividad de la comunidad de regantes de Orellana a finales de los años 70. «Las mujeres tienen que dar el paso. Lo veo en mi cooperativa, en la que el 50% de los socios son mujeres y sin embargo a las reuniones quienes van son los maridos. Eso no puede ser y tiene que cambiar», reclama Álvez.

Y ese cambio es el que tratan de propiciar desde las propias cooperativas, como explica Ángel Pacheco, presidente de Cooperativas Agroalimentarias de Extremadura. «Los datos que tenemos muestran la realidad actual, que no nos permite estar satisfechos y estamos trabajando para que en los órganos de dirección de las cooperativas vaya poco a poco cambiando la situación», dice.

En la actualidad hay 8.574 mujeres integradas como socias en una de las 242 cooperativas extremeñas, lo que supone un 18% del volumen total de socios, más de 38.000. En el caso de las plantillas de trabajadores, las cifras están más equilibradas (en torno al 40% de mujeres frente al 60% de hombres) tanto en las cooperativas de base como en las de segundo grado, si bien la mayoría de las mujeres ocupan puestos administrativos y únicamente hay 15 al frente de una gerencia. El porcentaje se reduce más situando el foco en los órganos de gestión: solo el 1,35% (116) de las mujeres socias de una cooperativa forman parte de un consejo rector y el porcentaje se reduce al 0,3% si se tiene en cuenta el volumen total de socios. Y solo un 0,8% de las 242 cooperativas tienen a una presidenta al frente.

«Eso es lo que intentamos cambiar porque la incorporación de la mujer va a ser clave para la toma de decisiones de las cooperativas», defiende Pacheco. Para lograrlo están llevando a cabo jornadas de sensibilización dirigidas a las propias socias para que se impliquen en los órganos de gestión y también en los consejos rectores. «Este es un camino que no tiene retorno y entre todos tenemos que favorecer, porque si las mujeres son magníficas en la toma de decisiones de sus explotaciones, cómo no lo van a ser en los órganos de gestión de la cooperativa», asevera Pacheco.

Barreras

«La primera vez que me eligieron como presidenta me sorprendió», reconoce Consuelo Sánchez, que afronta el tercer mandato al frente de la cooperativa Tornavalle (una de las que integra la Agrupación de Cooperativas del Valle del Jerte) desde el año 2002. Únicamente lo dejó durante los cuatro años que no podía ser designada por la limitación a dos mandatos de sus estatutos y en poco más de una década no solo han logrado un equilibrio en la representación de la cooperativa, sino que en ocasiones llegaron a dar la vuelta a las estadísticas: «ha habido momentos en los que estábamos siete mujeres y dos hombres en el consejo rector», explica.

Sánchez vivió desde la infancia la agricultura familiar y el cooperativismo y cuando se hizo cargo de la explotación decidió entrar de lleno en la gestión. «Mi padre me llevaba a las asambleas de la cooperativa cuando era niña», reconoce. Ahí ya le llamó la atención que eran los hombres quienes hablaban, por eso decidió implicarse en revertir la situación.

«Es un mundo muy difícil en el que las mujeres tenemos que demostrar que lo que decimos es válido, cuando si es un hombre quien lo dice, se da por hecho que lo es », explica esta dirigente, que reconoce que en la cooperativa que gestiona «siempre me he sentido por igual».

Las dos agricultoras reconocen también que en muchas ocasiones son las propias mujeres las que levantan barreras. «Una mujer puede liderar una cooperativa igual que un hombre, pero es cierto que eso hay que fomentarlo y para ello hay que eliminar las barreras sociales y culturales que están obstaculizando que las mujeres participen en el sistema agrario», explica Consuelo Sánchez que destaca la importancia de implantar programas activos de planes de igualdad en las cooperativas y la necesidad de que estén adaptados a la realidad de cada caso.

«Lo primero es cambiar los roles de género que socialmente se nos han asignado a las mujeres en el mundo agrario, siempre más ligadas a cuestiones técnicas que de gestión», dice la presidenta de Tornavalle que pide medidas «a pie de calle, concretas y adaptadas a la realidad para cada comarca, porque no tiene nada que ver la situación de una comarca del norte de Cáceres con otra de la provincia de Badajoz, no es igual la situación de una mujer cerecera que de una ganadera». Pero las oportunidades debe llegar a ambas.